Paz Díez Taboada

Los últimos tiempos

 

Berthe Morisot: Psique

 


1. ¿Cómo fue...? Fue un relámpago que desapareció, dejando sólo un pálido perfil sin esperanza. Y me pregunto ahora por qué el día se estrelló en un reguero de brillantes esquirlas puntiagudas. He arañado la sombra y las paredes. He manchado la voz y la mañana. Y he roto el arco rojo del ocaso que dibujaba un sueño verdadero.
2. Vacié papelera y ceniceros, tiré las flores mustias... Sacudí las alfombras, extendí los tapetes, recogí los periódicos y di cuerda al reloj..., pero no pude disipar el plomo de la mañana incierta, ni poner la memoria en la hora en punto para que no marcara, para nunca jamás, las horas muertas.
3. ¿Cuál es el ignorado territorio donde no entran el odio y sus harapos, en donde la zozobra se diluye en otra luz... Ese sereno ámbito en donde el tiempo, en donde el gozo vibran y los pasos avanzan jovialmente... y no van recorriendo los pasillos los fantasmas que acechan, con su único ojo, la marcha de mis pasos?
4. Me desperté gritando, y el espejo me asustó con la imagen de una loca asustada. Una mujer ya vieja con el pelo revuelto y el gesto disgustado por una imagen turbia. Pero nadie oyó nada y la calma seguía manteniendo los pliegues del silencio, cerrados. Brillaba en el florero una luz que el espejo doblaba en dos estrellas. Me desperté en la noche y el reloj -¡ya te he oído!- resolvía el problema con los pasos contados. El gris, todo era gris... Tanta ceniza lavó su angustia en el claror del alba.
5. ¿Cómo será una luz sin perfiles de sangre, sin las manos crispadas sobre el muro? ¿Cómo será, si llega, el día sonrosado en que la sombra deje de tomar posiciones?...
6. Se enlazan vuestros rostros sobre el cristal de fondo. Toda el agua es salobre y cualquier vino es agrio. Detrás de los cristales, más allá de las luces, se proyecta un desfile de máscaras triunfantes.
7. Quizá fueran los sueños que habitaban los márgenes gozosos del proyecto, quizá un viejo temblor, aprendido en la infancia, quizá el dulce sonido de la lluvia, quizá tus ojos que me iluminaron -linternas sordas- el paisaje umbrío... Allá, donde no se oyen voces envilecidas, donde no suenan gárrulas palabras, donde la imagen cruda de la chusma empalidece y cede. Allí es ahora. Cierro mirada y ansia, y me deslizo dulcemente en los brazos del silencio.
8.                           Ed è súbito será...

                                Quasimodo

En este instante en que se cuela el día por el vértigo oblicuo de la sombra, paro la voz, enciendo un cigarrillo y contemplo las huellas en la arena del quehacer cotidiano que se evade. Sube ya la marea borrando todo rastro y estrechando el anillo del silencio. Aún queda un resto, un último recodo que habré de recorrer sin esperanza. Luego se cerrará la luz. El día caerá súbitamente, desplomado.


 

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