Jesús Tortajada

Ruegos y preguntas

 

Jandro López: La tarde

 


Ruegos y preguntas, de Jesús Tortajada, obtuvo el Premio Ángaro 2008 (Sevilla, Colección de Poesía Ángaro, n.º 147, 2008).


 

A mi madre

A Jorge Manuel de León


Estamos más íntimamente unidos con lo invisible que con lo visible.

                              Novalis

Lo infinito va por dentro, lo limitado por fuera. Veces hay que hasta lo eterno necesita una apariencia.

                              Manuel Altolaguirre

(...) mira esa casa: no del todo vacía. Casi peor. Con un solo inquilino.

                              Trapiello
                              (de El Mismo Libro)


REUNIÓN
CONVOCATORIA

Llaman los goterones, como un timbre,
y les abro la puerta y las ventanas;
entra la lluvia y queda
                                       en rellamada el alma.


SEGUNDA CONVOCATORIA Que venga el ser que rige mi existencia, que venga..., ¿por qué está siempre en la calle? (o aún desayunando o ya ha salido) y he de esperar a que por fin regrese y cumpla su función de darme auxilio. Sabe, de más, el saldo que se encuentra, en nada se ha de sorprender pues tiene cumplidos datos -pelos y señales- del actual estado del pasivo -ese soy yo-, del déficit que arrastra. Que venga y que administre los escasos recursos que me quedan: poca fe, confianza ninguna, y eso es todo.
REUNIÓN Hoy he cogido el frío de la calle, del incipiente témpano que asoma su blanco desvaído por los charcos, y he dejado mis pies, como recuerdo, marcados al pasar sobre la escarcha. Y, armándome de un poco de valor, he bebido en la fuente cristalina, colmada, rebosante y he dejado también la impronta de mi sed, el lecho -como una huella sobre el agua clara- de labios ya saciados. Y, además, he cogido de golpe el vaho del aire -si alguien me vio, creyó que me abrazaba a la gélida sombra de mi cuerpo-. Recuerdo que se oyeron unos ruidos, como carros bajando de la altura (es el rumor que el aire a veces lleva con más intensidad sienes adentro). Y un concierto de tensos contrabajos tocaba la tristeza, y el solista la soledad tocaba -esa es la música intravenosa y queda de la noche, para que nada se oiga y nada suene, que oía en mi interior- mientras los árboles lloviznaban sus hojas en el suelo y los vencejos iban y venían como si algo buscaran por la niebla. Haciendo el cambio, el turno de las luces, de mí se despedía un rostro oscuro que a claridad tornaba. Y, por coger, coger, he recogido hasta la luz de su embrión, gestada en los albores -es una luz pequeña que amanece tras varias contracciones- y mis ojos fueron sábanas llenas de remiendos. Yo he querido reunirme con el día, cogerlo en brazos, recibirlo in albis (que es no saber bien el por qué de nada).
LUGAR Y HORA Un transistor algo costroso y viejo me hace sentir abrigo con las músicas, noticias, sintonías y coloquios banales que de fondo van sonando -parece que me abrazo con mis propias manos, en un abrazo de los de antes-. Y encuentro un espectáculo a la vista: sentado en el banquito me aproximo, como si fuera un pájaro que pasa atravesando la ventana, oscuro también como una sombra entre las ramas del árbol, al trasiego de estas calles que se han llenado en nada de un tumulto tan sólo comparable al que recibe la pobre alcantarilla de hojas secas. Un sitio ecléctico que siempre ofrece refugio y hasta puedes escuchar la voz de la conciencia -ocupa, igual que el pan, la servilleta, los cubiertos o el mismísimo plato, su pequeño espacio y, desde luego, adquiere el mismo nivel de displicencia que cualquiera-. Es conveniente hacer una visita al menos una vez al día, siendo imprescindible a solas y sin prisas. Y la hora más idónea es esta: cuando los pájaros terminan de piar su algarabía o su tragedia (siempre me ha dado que pensar el alboroto, tanto revoloteo..., suena a raro..., se deben de acostar como Dios manda) y las luces se van de los cristales.
CONTROL DE ASISTENCIA El paso de un avión dejó una herida, digo, un rastro rojizo (y de las malas) en el cristal de la ventana. Aquella tarde cualquier cosa formaba parte de ese siniestro haber del mundo. El sol bajó con mucha prisa al horizonte, como un cigarro sobre su ceniza se fue apagando. Y, aunque no se ha visto nunca un presagio tan cruel como este, se vistió lentamente con un hábito de rafia la ventana. A duras penas los últimos reflejos esparcieron -ya pobres de por sí- como unas manchas de luz en las losetas (tan cumplido es siempre el sol que nos hacía ver su habitual promesa y su disculpa). Un aldabón sonando era la noche, pues se notaba, a leguas, en lo oscuro. Y, dando todo por zanjado, hizo su entrada el frío y también la umbría: asistió la tristeza en su apogeo.
ORDEN DEL DÍA Aquí pongo el afán, aquí el empeño, aquí la condición y amontonada (es como suele estar) la voluntad. Y estos baúles ¿dónde los pondré?, son del recuerdo y pesan como un muerto. ¡Vaya por Dios!, ¿dónde estará el futuro?, pero si andaba por ahí rodando, muy lejos no ha podido irse, igual lo he metido en un sitio equivocado sin darme cuenta. Miraré en la duda antes que nada y luego en la ansiedad -son dos cajones estrechitos, aunque de mucho fondo-, o bien en el desvelo o, a lo mejor, lo puse en el altillo del horizonte, como hay tantos chismes..., (menuda jugarreta está gastándome). Y eso que soy muy ordenado, nunca le pierdo el rastro a lo que me interesa y, sin embargo, ¡fíjate!, el mañana se me resiste como si quisiera mofarse, a estas alturas, de un chinchoso conservador de sensaciones: hábil afinando las músicas perdidas, o bien, recuperando los sabores y olores (pestilencia y malos tragos en general) o, incluso, restaurando algún latido suelto -que se precie-. He de ordenar las cosas, ya es urgente poner al día todos los asuntos y el aluvión de nervios, de miradas, de toses, de salivas, de suspiros y hasta ese pujeteo aislado -sin que me lo note nadie- que conllevan. Sencillamente estructurar un poco el alma, hacer repisas nuevas dentro del corazón. Ir por el trompo, por las brocas, los espiches, los tornillos y un buen nivel fiable que compense y ajuste tantas válvulas, que evite, en el momento de llegarle el peso -un peso tan descomunal como este-, que me desangre a chorros sin remedio.
QUÓRUM Curioseando, hurgando entre las horas de siesta, los prismáticos me brindan unos primeros planos: se presenta el mundo en su esplendor y en su crudeza, con filtros de una realidad distinta -la mía es un salón casi en penumbra- que me sorprende y me revela todo, como la proyección de un corto para mis ojos solos, ávidos y atónitos. Mas ¿qué estaré buscando?, me pregunto, ¿es la vida alejada, como siempre, la propia vida que a sus anchas campa en las afueras -tras las mismas lindes del cuerpo-, por antiguos andurriales, acostumbrada ya a dejarme a un lado? Sobre los cables del tendido eléctrico descansan unos pájaros su vuelo. Ajusto la visión hacia los árboles -las copas se suceden con verdores de gama deslumbrante- y los prismáticos, al fin, después de atravesar el aire y de chocarse en varias ocasiones con el cielo, descubren que, a su modo, esas aves me entregan el mensaje. Así, con tanta sencillez, quizá esté buscando descansar mi vida.
MEMORIA DEL EJERCICIO ANTERIOR Estoy andando mal, descompensado, a punto de volcar mi corazón en esa pronunciada esquina tuya, por donde acecha el vértigo esperándome. No guardo un equilibrio natural, no soy capaz de enderezar el rumbo -será una sobrecarga de latidos- todo mi ahínco pongo en este tramo de duda y de sospecha. Mas ha volcado, ha dado varias vueltas de campana, de válvulas abiertas permanece en medio de mi cuerpo y sin poder volverse ya -recuerda a una tortuga patas arriba-. Nada me ha valido el prepararme..., echarme fijador, lograr que esté pasable el atuendo que al fin me ha convencido, el cepillar con tanto esmero los zapatos, nada, o incluso el arriesgar gastando más de lo que tengo -en todo yo había puesto el corazón-. De nada me ha valido.
INFORME SOBRE EL PRESUPUESTO Pero alguien irrumpió diciendo en alto, levantando la voz más de la cuenta, "Lo que me corresponde, sólo quiero eso, que se me reconozca al menos y que con letra bien clarita quede en acta, por mi turno, recogido. Y si en perder he dado buen ejemplo, mostrándome como un especialista entre vosotros, hoy -vacío de cosas, sin un claro de luz que echarme encima, ni una minúscula razón que aliente o dé color a mi existencia- llamo, en este punto, la atención del pleno..." Con una voz tan honda e inquietante que resonaba en los adentros llena de queja y de disculpa, según fuera reproche o comprensión lo que tratara, mas de una lucha interna parecía. Y el comunero prosiguió diciendo, con la altivez del que habla casi a oscuras, "En acta constará este patrimonio: la soledad extrema; tanto hastío abrasador; el desconsuelo intacto; la desazón que avanza por momentos, cuerpo a través, al sitio de mi espíritu..." Si alguna vez, sin que lo esperes, llega la citación de tu comunidad, no has de faltar, aunque te pida el cuerpo hacer cualquier cosa mejor (quedarte sentado en el sofá haciendo deporte, zapping -es una disciplina para musculación de los pulgares-, por ejemplo), pero no puedes faltar. Pues el cuerpo social, cuando convoca, quizá sea de urgencia y en el limbo, tan ricamente, estés al enterarte. Y terminó su intervención, ya casi sin énfasis, "Los bienes que hoy aporto al presupuesto ruego sean como partida atípica incluidos. Y, aunque os suenen a perder entre vosotros, son bienes de valor incalculable para, por fin, llegar a conocernos, para poder saber quién habla y quién vive en el interior de nuestro cuerpo".
PROPUESTA El templo es la azotea de una casa de mediados del siglo diecinueve (se aprecia la nobleza y dignidad de templos construidos a conciencia, los de esa época difieren mucho de los que ahora se hacen tan vulgares). Camina con empaque antiguo, como si a cada paso un rito se cumpliera, y su cabeza, de milagro, evita las pinzas de la ropa del alambre. Sabiduría emplea en su ademán solemne sosteniendo un libro (debe de ser sagrado, por lo menos) con las pastas negras, menudito y de un tamaño poco más que de bolsillo, pero teniendo en su interior ese algo que eleva entre las manos hacia el aire, a libro abierto, como proponiéndole al alma que atendiera la lectura..., mejor, que meditara y se aplicara, sumisa, a los dictados de los textos. La ceremonia, en parte, la oficiaba detrás de un lavadero (eso deduje al ver que interrumpía sus absortos paseos dirigiéndose, a intervalos, a tal lugar) y, por encima justo del tejadillo, el casco de su calva resplandecía con fulgor impropio (o eso me pareció a mí que era). Iniciando un trajín protocolario, sobre ese altar austero y tan sublime, alzaba, arrodillábase y oraba, con la fidelidad del que responde a sus propias palabras, por el alma. Para después volver sobre unos pasos parsimoniosos, sobrios y elegantes. Celebra con rigor -nada improvisa-, es su casulla un batín burdeos y en los oídos los auriculares reproducían -digo yo-, seguro, los cantos gregorianos apropiados. Era un pretil, al gusto de la época, el que impedía ver la integridad de tan sui generis vecino. Estuve sólo dos días en aquel hotel de Córdoba la llana y aún recuerdo la elevación que en todo me produjo -tras el cristal de la terraza apenas pude intuir mi verdadero rango.
DEBATE INTERNO Ahora mismo estoy luchando, cuerpo a cuerpo y en primera línea. Al frente de un grueso ejército de dudas libro el más feroz combate de mi historia reciente. Y voy dejándome la piel, como arrancada a tiras -son las últimas preguntas- en un campo de batalla. Y el enemigo por antonomasia, el tiempo, que cruel y que valiente se emplea sin siquiera preocuparse de que en la lucha cae un hombre -ya rindiéndose- de tanto darle vueltas al drama (la cuestión de las cuestiones que Hamlet debatió). Pero estas lacras tiene la guerra abierta entre el hombre y la existencia..., él nunca espera oír un toque de corneta vigoroso, repetido, anunciando que se acerca la ayuda salvadora, ni volver la vista y comprobar que avanza el paso, veloz y polvoriento entre las lomas, de la caballería de la vida.
ENMIENDA Hoy quiero oscurecer mis ojos, como cuando me acuesto y me desnudo entero de todas las miradas, ignorando si aún latente permanece en mí o está a mi alrededor la vida. Quiero que se abra el pomo lúgubre del sueño y en esa estancia -donde empieza a entrar un rayo oscuro- se despierte lenta y fría (al mismo estilo de la nieve), dispuesta a obedecer sin rechistar, rehén del intercambio tan fatídico que es el vivir, la ausencia. Siempre a un rostro de llamas le sucede, sin decir por qué ni a qué es debido, sin que medie explicación alguna, otro semblante de témpano. Y así se cumple el ciclo siniestro del vivir. De esta manera -mi propia voluntad dice a los párpados que es hora de cerrar-, como un telón bajando muy despacio y sólo a base de la tiniebla, enmiendo yo la vida.
VOTACIÓN A MANO ALZADA No sé por qué se me ha metido un dicho, como un eslogan de esos que recuerdas, certero y tan propicio en la cabeza: "Que levante la mano el que se quiera salvar". Esta llamada -casi un lazo que, único y final, se ofrece a asirme- resuena, a cada dos por tres, más alto. Yo sigo haciendo cosas, ando y hablo con todos, realizo mi trabajo de forma habitual, siendo consciente de que, en todo momento, permanezco con la mano de mi alma levantada.
EL ACUERDO Subir la cuota sin remedio. A esto se vio abocado un pleno reunido de urgencia. En esto concluyó el debate de la asamblea -una medida drástica, pero quizá la única a adoptar-, consciente del momento tan difícil que vive. Se trataron espinosos asuntos, como son el arreglar por dentro o el adecentar por fuera -de lujos inservibles, nada-. Se fijó el importe y se acordó emitir un solo cargo a modo de flagelo, o sea, un recibo que te deja huella, de esos que dejan los asientos listos, limpios de polvo y paja, que te dejan la cuenta atravesada, en descubierto y en rojo -un tono rojo sangre de hombre, este color sólo se da en las cuentas corrientes-. El acuerdo fue aprobado por unanimidad, guardando todos los requisitos exigidos por la ley. Si ves que el fin está empezando a andar, que balbucea sus primeras palabras y hacia ti se acerca echándote los brazos, lo mejor es que convoques -es el momento- un pleno extraordinario para que, de una vez por todas, pongas los medios, los remedios a la vida. Así que darle un repasito viene al pelo a este edificio con tantísima ruina -goteras, desconchones, grietas- y darle una manita de pintura a esta fachada lamentable, antes de que te llame a filas el destino.
RUEGOS Y PREGUNTAS
I Parece que la noche me ha nombrado, con el pasar del viento entre las ramas he oído una voz, ¿amor, me llamas?..., me contesta el silencio acostumbrado. La fuente murmurando ha resonado, mi nombre sobre el agua lo derramas buscándome en el fondo, ¿aún me amas?..., me contesta un silencio reflejado. Aquí vive la hiedra en abandono y hay un banco de humilde curvatura donde el silencio en celo y vigilante, haciéndose pasar por una amante, conversa con la voz de la amargura. En penitencia, el mea culpa entono.
II Hace ya tiempo que me peino canas, que me peino preguntas sin respuestas -hilachas que los años dejan puestas-, soy más de ayer y menos de mañana. Si atusas las preguntas nada ganas pues siguen agolpadas, descompuestas, ¿son de cruces que uno lleva a cuestas?, ¿serán callados toques de campanas?... Por darle a cada cosa su medida, decido plantar cara ante el espejo: tú, que con tanta holgura me desprecias (oídos sordos a palabras necias), también estás perdiendo el oro viejo y has de cumplir el ciclo de la vida.
III Hace ya tiempo que le vengo dando vueltas -hay en mi sien como una herida- al paso tan ligero de esta vida, el mío más que andar se ha ido volando. Intento hallar consuelo preguntando ¿la luz de la reserva está encendida?, ¿escaso voy de fuerzas?, ¿qué medida acota la existencia y hasta cuándo? ¿he caído en desuso?, ¿adónde ir?... Y así vivo -respiro y me alimento con lo justo, pues siempre lo comido debe de ser menor que lo servido- el ciclo de obligado cumplimiento: nacer, crecer y procurar vivir.
IV Se me ha pasado el año como un mes, como un vehículo longo que se aleja, un par de pestañeos y ya es vieja su sombra por un suelo que no ves. Es vida de otro tiempo o, al revés, es tiempo de otra vida, que te deja un nudo en la garganta y asemeja su paso a un temblor bajo los pies. Da para mucho un año y no he podido ni siquiera asomarme a la ventana para ver si ya hay flor en mi maceta, pero el bueno del año, con su treta de olores y de luz, esta mañana me ha dicho que el rosal ha florecido.
V El tiempo se ha marchado con urgencia, como eludiendo a alguien conocido, ha pasado de mí con un cumplido "hola, qué tal, nos vemos", a conciencia. Pero al mirar alrededor la ausencia -el hueco de las cosas que he tenido-, si el mundo es nada y nada ya he perdido, le doy por buena tanta indiferencia. Mejor piénsalo bien y dile adiós, mientras que vas borrándole tu nombre a todo, pues vivir te pertenece al ser un don y a él sólo obedece, porque la misma vida le da al hombre lo del hombre y a Dios lo que es de Dios.
VI ¿Aplicarías el temor constante?, ¿contabilizarías mi fortuna de desvelo? (ahí habrá para bastante) y, sin que hagas salvedad alguna, ¿podrías abonar el incesante sinsabor que atesoro?. Entonces aúna los bienes y conforma, Dios mediante (espero que su mano los reúna), este enorme bagaje en mi provecho. Anótalo en mi haber. Y no hagas cuenta, vida, de la ansiedad que estoy sintiendo -aquello que no hice y lo que he hecho-, será la crisis que entra a los cuarenta pues antes de llegar ya estoy volviendo.
VII Siento una sensación de dividido, de creer ser yo y no ser el que resulto, de estar presente y parecerme oculto, de ignorar si he ganado o si he perdido. No sé si lo seré o si lo he sido, si me toca ser niño o ser adulto, si aún vivo por condena o por indulto, pues ya lo que recuerdo es el olvido. No es muy normal hallarse en tal desvelo, mas conviene que sepas lo que haces cuando tanto en la vida te interroga. Debes poner los pies bien en el suelo, saber que tanto mueres como naces, que Dios aprieta, pero no te ahoga.
VIII Quiero vestir de oscuro porque oscuro se ha vuelto, con los años, mi lamento; como arrimando espíritu y aliento, apagándome miro hacia el futuro. Y en este velatorio yo me apuro por darle al maltratado sentimiento mi más sentido pésame: lo siento, quedar viudo de luz va a ser muy duro. Aunque es el propio mundo el que te pone delante de la diana y te dispara, quiero que conste en acta que he vivido buscando siempre el cambio de sentido, poniéndole al mal tiempo buena cara. Pero el hombre propone y Dios dispone.
IX Como una bolsa por la carretera, vacía se alza mi alma en desconsuelo, revuela casi sin tocar el suelo, mientras el cuerpo sigue por la acera. Y así se aleja sin posarse entera (arde a veces y a veces se hace hielo), para subir la voz clamando al cielo porque el cuerpo en la tierra no se entera. Hoy he de estar en misa y repicando y comulgar con ruedas de molino -vale la pena tan sagrado intento-, para ofrecerme al alma de sustento, puesto que ya mi andar no hace camino a Dios..., rogando y con el mazo dando.
VISTO BUENO
ACTA Pasaste, por tu cuenta, haciendo heridas y llagas varias, horadando, a modo de reja sobre un cuerpo yermo. Así, descuartizado, en apariencia entero, quedé para el arrastre. Ahora, más repuesto, convertido en sombra y huella, como una rúbrica, que mi existencia -mi asistencia- en la vida se consigne.
Os ruego, señora, que me mandéis noticias de la salud del presidente; le querré hasta el último momento de mi vida. ¿Acaso su alma quiere partir antes que su cuerpo?

Voltaire (A Mme. Du Deffand, 3 febrero 1769)


 

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