Carlos Meneses

Glorioso pasado

 

Paco Santamaría, Pacotime: Clepsidra45

 


GLORIOSO PASADO

Todavía estoy viendo, a pesar de los años transcurridos, al viejo gángster con chaleco a cuadros y gorra de plato, bebiendo cerveza en un bar de Marsella. Qué de días compuestos de riesgos, suculentos botines de joyas, celdas de cárceles cercanas y distantes, huidas frenéticas en coches como centellas, tiros al aire y al cuerpo. Y esa mujer que estaba a su lado como acurrucada en las miles arrugas de su cara, ¿forma parte del botín de uno de sus muchos antiguos golpes?


CASA DESCONOCIDA

Al salir del ascensor le pareció ver algo extraño en las paredes, y cuando abrió la puerta de la calle se sorprendió, no había dos gradas para descender sino tres. Volvió a mirar hacia el interior y descubrió con asombro algo totalmente nuevo: varias estatuillas a lo largo de la pared del fondo. Retornó al ascensor y reparó en que la puerta estaba pintada de verde y no de negro como antes. Confusa se preguntó ¿he dormido en otra casa? ¿o tal vez yo soy otra? Con miedo salió a la calle, fue al trabajo, se concentró en él. Ya muy tarde volvió a casa. Todo estaba igual que siempre. Desconcertada se inquirió ¿Soy yo nuevamente? Y temerosa: ¿es preferible volver a ser la misma?


LA RESPUESTA DEL ESCLAVO

El amo lo llamó enérgico. Siempre tenía el látigo en la mano. Le anunció que en adelante trabajaría 15 horas diarias en lugar de las 12 habituales. Antes de empujarlo con el mango del látigo para que se alejara le hizo otra advertencia. Tendría que dormir a la intemperie y en soledad. El siervo agachó la cabeza en señal de aceptación. Cuando la levantó tenía un revólver en la mano. El amo aterrorizado soltó el látigo y hasta pareció dispuesto a pedir de rodillas que no lo matara. Recuperó el aliento al oír la detonación. La cabeza del esclavo voló en mil pedazos y la sangre del siervo bañó de arriba a abajo al gran señor.


EL BESO DE LA ABUELA

Con paso titubeante avanzó hasta la línea de fornidos guardias. Pidió que la dejaran pasar, su voz parecía que se iba a romper tras cada palabra. Como pasaporte alegó que llevaba un beso para el gran señor. Los guardias se extrañaron, burlonamente la dejaron entrar al enorme salón. Tardó una cadena de momentos preciosos hasta llegar al estrado. Más guardias le dieron el alto. La voz de niño de la vieja rogó le dieran paso para besar la mejilla del poderoso. Nuevas burlas y la mujer pudo acercarse hasta la hermosa butaca del reverenciado caballero. Vengo a besar tu gallardía, tu decisión inconmovible y tu don de mando. Disgustado el gran jefe aceptó la propuesta. En ese mismo momento se produjo la gran explosión que brotó del bolso de la anciana pulverizándola a ella y al dictador.


EL SEÑOR EMPRESARIO

Había dejado su cómodo chalet para que sus empleados y sus familias viviesen en él por riguroso turno de inscripción. El se alojaba en las viviendas estrechas y sin confort que ellos dejaban mensualmente. Cumplía con rigor el horario que había impuesto para todo el personal y se hacía cargo del trabajo de uno de sus empleados mientras este se hallaba de vacaciones. Las ganancias de la empresa se dividían por igual entre todos los trabajadores, incluido él. Había conseguido redondear su proyecto de dotar a toda su gente de vivienda propia y ya empezaba a funcionar el colegio de estudios secundarios para unos y superiores para otros. Colegas suyos le habían pedido que abandonara ese comportamiento. Empezaron a llamar a su despacho con variedad de amenazas. Durante un mitin fue abucheado por un sector. En el momento de alejarse una turba de veinte forajidos se lanzaron sobre él. Nadie impidió el linchamiento.


EL GRAN BUSCADOR

Todos los días de su vida habían estado dedicados a buscar la felicidad. Hizo cuanto pudo por llegar a ella. Nunca se sintió ni ligeramente próximo a su objetivo. Poco antes de morir repasó todos los capítulos de la búsqueda que habían sido de lucha sin sosiego. Sólo entonces descubrió que había vivido en felicidad.


NIETA PELIRROJA

Todos los días a media mañana salía de su casa llevando una cesta cubierta con un mantel, tomaba el autobús 34 que la dejaba en un barrio periférico, y caminaba unos doscientos metros para llegar a la diminuta vivienda de su abuela. Sus vecinos la admiraban por el cariño con que atendía a la abuelita. Entraba en esa casa en penumbras, encendía una luz mortecina y mostraba la cesta descubierta a la anciana. Ese día notó algo raro en la abuela. Le pareció que el bozo se le había vuelto espeso bigote. Tú no eres mi abuelita, le reprochó a ese desconocido con las vestimentas de la vieja. El disfrazado se apoderó de los volantes, pasquines y todo el material de propaganda. Ávido, convencido de que eso era lo que buscaba. Saltó de la cama, abrió la alacena y la chica pudo ver el cadáver sangrante de la anciana. Enseguida esgrimió el puñal sobre la cabeza de Rosa la Pelirroja. Ella de debajo del papel de propaganda subversiva rescató una pistola e hizo fuego sobre el enorme bulto del facineroso.


EL SUSTITUTO

Había oído y leído que la sustitución era un verdadero placer. Se presentó en el elegante salón como Rubén Darío. Lo apoyaba un físico muy parecido al nicaragüense. Habló tan fluido, con tanta emoción y escapando continuamente hacia temas baladíes que no escuchó aplausos sino silbidos.


SABER CALLAR

El Alcalde la llevó a una extraña casa en un pueblo vecino al suyo. Debieron permanecer en ese lugar unas cinco horas. Tras la explosión que sigue a los jadeos fumaban un cigarrillo, bebían un largo vaso de whisky y charlaban animadamente. Él preguntaba curioso y servía nueva dosis de alcohol. Luego volvían con renovados bríos al motivo del encuentro. Cuando la mujer se disponía a despedirse, él la invitó a que se hospedara en esa casa todo el tiempo que quisiera. La dama extranjera, alta, delgada, rubia, aceptó la invitación y un encendedor dorado de regalo. A la mañana siguiente cuando bostezaba sus últimos sueños, se abrió violentamente la puerta. La policía la detuvo.


PERSECUCIÓN

Se refugió detrás de un viejo y abandonado armario. Cuando oyó pasos y voces salió del escondite y corrió hacia el fondo del pasillo que suponía llevaba a la calle. Entró en un armario, la puerta no cerraba de tan vieja. Volvió a salir y a paso presuroso llegó a una zona muy oscura de esa casa abandonada. Se guareció bajo la escalera, transpiraba y le temblaban las manos. La cercanía de gente lo obligó a salir del escondite. Encontró un auto sin ruedas. Entró en él. Se sentó en el piso. Sonó un disparo de fusil. Corrió desesperado por el corredor lúgubre. Encontró un enorme patio amurallado. Trepó una de las paredes, alcanzó lo alto. Al otro lado había un foso. Optó por lanzarse aunque se rompiera una pierna. Cayó bien. No pudo seguir su huida, otros dos hombres lo inmovilizaron.


EL PERVERSO

El insulto soez golpeó el rostro de la señora, el marido ni chistó. Su mano recia arrebató los lentes a otra mujer, los lanzó al suelo y los pisó. No hubo protesta, los transeúntes quedaron sorprendidos. El hombre elegante azotó con fuerza las asentaderas de la chica que iba delante de él acompañada por un joven hercúleo. Ella lanzó un apagado grito, él permaneció impertérrito. Le quitó la muñeca a una niña aplastándole la cabeza con una piedra. La madre sólo consoló a su hija. Al caer la noche los agraviados se llegaban del secretario del perverso. Sobre el escritorio se veía una caja repleta de billetes.


ENCUENTRO AÉREO

Los fervorosos rezos del creyente lo elevaban hacia las nubes, cuando un satisfecho joven descendía en un paracaídas multicolor. El paracaidista saludó con la mano al señor de los rezos que perdió la concentración. Se precipitó hacia el suelo más veloz que el joven que descendía premunido de su atractivo artefacto.


CONTRA MEMORIA

Rompió en mil pedazos todas las fotos. Convirtió en cenizas cuanta carta guardaba. Regaló su biblioteca. Destrozó obsequios, recuerdos de viaje, grabaciones con voces conocidas. Hizo un gran esfuerzo para olvidar las fisonomías de familiares y amigos. También empezó a olvidar su nombre, las direcciones, sus afectos y sus desprecios. Pronto nadie supo quién era. Ni podía decirlo -había olvidado el habla.


EL VISIONARIO

Quiso saber cuántos relojes había en el mundo. Pensó que podría destruirlos todos. Tal como si ya no existieran relojes imaginó al tiempo solitario y pesaroso entre las nubes. Convencido de que no soñaba observó a los humanos deambulando sin rumbo por la Tierra. Se frotó las manos. Reiniciarán la búsqueda, se dijo. He logrado la gran revolución.


REENCUENTRO

La reconoció con dificultad, con sus mermados ojos por los años. Le dijo en un balbuceo su nombre sorprendiéndola. Tuvo palabras almibaradas como medio siglo atrás. Ella sonrió desplegando un mapa de arrugas. Se perdonaron mutuamente. Cogidos de la mano caminaron arrastrando los pies. Una pareja feliz.


HAMBRIENTO

Macilento, desesperado, lanzó quejidos de hambre. Un oficial le dio una pistola. La devoró de un solo bocado. Pocos días después suplicó por algo de comer. Le dieron un fusil. Lo comió con avidez. A la semana siguiente fue un sable, luego una metralleta. Volvió a pedir de comer. Le negaron las bayonetas y los rifles. Furioso empezó a disparar contra todos con sólo abrir la boca.


 

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