El mandato
Mientras registraba en el escaparate,
escuchaba el mandato. Estaba
dentro de las cajas, en esas cosas
que los viejos guardan,
en papeles, en fotografías. Entonces
no podía entender lo que se me ordenaba
pero no te hubiese traicionado jamás.
Tú me escogiste para hablar por
nuestros muertos,
los que nacieron a destiempo, sin ánimo
para acusar los golpes.
En su desbarajuste, esos muertos
me recuerdan a los potrillos que había
en la hacienda, aquella exhalación
de pieles y estaturas,
tan hermosos, dentro del potrero, cuando
de un lado al otro de la cerca, en sus carreras,
ya eran recuerdos.
(Inédito)
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