Mercedes Escolano

Placeres y mentiras

 

Anónimo: La mecanógrafa [Fuente: Favim.com ©]

 




EL POETA ESCRIBE A SU MUSA

Bien sabes que te amé, y no me pesa
haberme enredado en tu saliva.
Eras la insolente muchacha que acudía a mi encuentro
con un único guante y un par de manos niñas,
la que empujaba el corazón casi hundido
de los hombres, la cleptómana de libros,
la lectora voraz, la insatisfecha
criatura marina. Consentía tus caprichos
por ver brillar tus ojos como peces inmensos.
Hermosa eras: un rayo en la tormenta.
Aún recuerdo tu risa descarada
y el intenso olor a algas de tu pelo.
¿Qué escondías en el bolsillo triste
de los lunes? ¿Por qué me ocultabas
la caracola agria de tu llanto?
¿Por qué arrastrabas un poniente salado?
¿Qué jacaranda daba sombra a tus sueños?
Bien sabes que te amé, y no he sabido
desenredarme en estos largos años.
Tu imagen me acompaña —curva, 
ondulante duna de arena o ánfora—
traspasando las sábanas
sin llegar a derramarse.


CUANDO YO TE ERA INFIEL Cuando yo te era infiel, los días se me iban en inventar excusas. Paciente, tú escuchabas mis quejas diarias: mucho trabajo hasta altas horas de la noche, la casa en desorden, el teléfono que no ha parado de sonar, falta de tinta en la impresora... Pasaban las semanas y ni un solo poema dejaba sobre tu mesa, pese a haber prometido escribir con constancia. Excusas para no confesar lo evidente: mi falta de apetito literario. Con los años he vuelto a ti. No por remordimiento, ni por cumplir promesas; más bien por llenar ese hueco inquietante, tal vez por venganza. Quisiera matar a todos y cada uno de mis personajes, urdir trampas sutiles, tensar los hilos, dejar pistas dispersas que esclarezcan posteriormente el crimen. Ahora que te soy fiel y he vuelto a tus brazos amargos, déjame confesarte las páginas que esconden cicuta, pistolas, cuchillos, venenos y agujas. Tienen esos versos la precisión de un dardo. Atraviesan tu corazón igual que haría una bala de plata. Son la cuchilla afilada y dócil, la caja de alfileres aparentemente inofensiva, la soga que te ata más y más a mí, ¡oh ingenua Poesía!
UNDERWOOD & CÍA. ¿Qué va a ser de vosotras, queridas niñas (Underwood, Continental, Remington, Olivetti) cuando deje esta casa definitivamente y mi familia no sepa qué hacer con tan pesados hierros? ¿Qué va a ser de vosotros, queridos niños (libros que ocultáis paredes y mesas) cuando nadie os quiera entre sus manos y os vendan al peso con prisas, sin reparar siquiera en las dedicatorias? La casa quedará tan distinta y deforme que no imagino tanta desnudez acumulada. Vuestras vidas corren parejas a la mía, hasta que un día nos separemos. Tal vez exista un mundo más allá de este mundo dedicado al placer: miles de pasillos con miles de estanterías con miles de volúmenes bellamente impresos. Máquinas y libros: me habéis proporcionado felicidad lejos del bullicio y la sordidez. Es hora de daros las gracias por estar a mi lado en momentos difíciles.
UNA VIDA ENTRE LIBROS En la calle aguarda el camión de la mudanza cargado con los libros de una vida. ¿Qué me retiene en estas habitaciones vacías? ¿Tal vez el olor que los libros dejaron? ¿Las horas, tal vez, compartidas en intimidad y tristeza? Los estantes han quedado desnudos y los cuartos comienzan a adquirir un aire de orfandad y sinsentido. El peso de la tinta, el peso del papel acariciado, el peso sutil e ingrávido de las palabras, ¿qué más placer podrían darme? Abajo aguarda el camión de la mudanza. Las cajas han sido cuidadosamente apiladas, como si de fina porcelana se tratase.

 

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