Luis Artigue

Poemas

 

Amedeo Modigliani: Cariátide hierática (foto: The Yorck Project)

 



DE ESTE LIBRO NO ME LIBRO
	
Para resultar aún más inútil y por eso imprevisible
este libro debería ser gratuito
y desobediente.
Debería empezar por el final
como se empieza a vivir tras los primeros desapegos
y el desamor, el desengaño político, el afrodisíaco
contacto con la muerte
van añadiendo ritmo a la existencia.

Podéis no estar de acuerdo ni despiertos
pero siempre hay alguno entre vosotros
que lo ve de otra forma, que pilota su mente;
que sobrevivió al naufragio
e insinúa
que hacer repaso es humillar al tiempo,
que hay que seguir a flote si compensa,
que conviene
leer con lápiz y hacer cosas absurdas
para no ahogarse dentro de la normalidad.

De hecho
el río sigue su cauce y la vida su curso
pero yo te recuerdo desnuda
cuando entro en esos monasterios-restaurante de Centroeuropa;
te recuerdo borracha
cuando la luna y las luces de neón rielan en un embarcadero;
te recuerdo enterrada
porque ya me he perdonado a mí y a Dios,
porque he vuelto a escribir
como quien guisa a las cuatro y treinta y seis de la mañana.
Y lee un periódico atrasado.
Y da cuerda al reloj.
Y se pone a vivir y a improvisar
como si barajara las cartas de póker.
Y te echa de menos por vicio.
Y publica de nuevo por vicio.
Y llora
por pernicioso vicio de opulento inconfeso...

Para resultar más inútil y por eso imprevisible
este libro debería ser gratuito.


                         (De Empezar por el número tres. Poesía 1995-2005)


CONOCÍ A UN ASPIRANTE A SANTO CUYA MENTE POCAS VECES HACÍA PIE Y CUYAS PREGUNTAS APENAS CABÍAN EN EL MUNDO

A Chema.
	
								
"Pueden reducirme el espacio pero no la libertad"
me dijo con la cadencia rota
de su hereje voz de vino.
Tras cinco años y un día
se había sobrepuesto al olor de las gasolineras
y al teleclub demolido de su juventud
flirteando impunemente
con cada higiénica cajera de farmacia.
	
No le gustaban ya
los besos con sabor a medicina
y en los mercenarios clubes de alterne
se sentía como un noble:
de él aprendí algo sobre la dignidad
que no viene en la Biblia de la Vida Moderna, no.
	
Nuestras intimidades asediadas
se reunieron por casualidad geométrica
en el invierno de la rehabilitación
mientras el párroco penitenciario
aún le decía en sueños:
"Dios aprieta pero no ahoga".
	
Nos envolvimos en cierta empatía de franela
e iniciamos como niños-soldado la peregrinación
al otro lado de lo que sabíamos
pues así se empieza. Tras punto y seguido.
	
Intentar ser libre implica imaginar,
discrepar,
creer,
tener bandera propia...
	
Oh Capitán, mi Capitán:
todos los vapuleados de esta era
necesitarían tu indirecto adiestramiento.
Yo aún conservo como actitud intrépida y en tu memoria eterna
la costumbre de vivir
y un grito de asombro redondo como un abrazo.
	
¿Dios aprieta pero no ahoga?
	
La vida aprieta igual que un mendigo callejero
estruja su viejo acordeón
                                            como diciendo:

produce música

o revienta.

                         (De Por si acaso la vida.) 
                         
 
CANCIÓN DE CUNA A mi hermano César. Voy a dejarte escrito este poema antes de que se enfríe; que te enfríes. Hace viento y a estas horas ya todo parece una plegaria pero, ¿qué podemos perder? Mamá ha llorado mucho aunque tal vez podamos recoger lo derramado cuando vuelvas. Sí, tal vez. Hoy le he hablado de ti a una maga quiromante con novio y besos lentos como un jueves de marzo. He dicho algunas cosas afiladas y rojas pero la ingravidez no está de moda. Venga, vuelve que es demasiado pronto. Da otro sorbo de aire como quien pide otra copa. Gin con labios cremosos y no hace falta hielo, ya me entiendes. Sé que insiste el invierno pero no estarás sólo. ¿Sabes? Te escribo raudo en esta habitación color memoria que tú mismo pintaste hace algún tiempo. Ahora miro mis manos y me río de los libros. De pequeños yo te leía historias sobre piratas, indios o amores mitológicos pero hoy de qué te sirve el sudor de la tinta en la cárcel del sueño. El médico nos habla de tiempos de gangrena y el paro me da igual desde que no respiras. Hace varias semanas crujientes que ese lecho te sabe de memoria. ¡Yo protesto! La rebeldía no cura pero ahora qué podemos perder. Papá dice que voy muy poco a verte pero ese box de urgencias huele igual que La Antártida y desde ahí yo miro al mar con empatía. Aún soy mayor que tú y conozco los nombres de todas tus heridas (al pegar mi oído en tierra mido tus taquicardias). Venga, que todo pasa y si no estás de acuerdo vuelve y lo discutimos. Sí, sonámbulo, gritándole a la vida hasta quedarte ciego, sorprendido, gastado de viajar sin equipaje o rumbo, en tren, a nado guiado por sirenas y el goteo del suero, deslizándote... Como tú quieras vuelve. Guardo para ese instante algunas lunas llenas dentro de tu petaca de plata y un abrazo intenso y de juguete; de mentira. Lo escribió Jeannete Winterson: -Te quiero siempre es una cita-. Por no hacerle preguntas a esta casa de nieve ahora que los letreros de la noche están locos voy a dejarte escrito este poema en tu almohada materna antes de que te enfríes; que se enfríe. (De Tu aroma en la licorería.)

HUBIERA SIDO HERMOSO SOBREVIVIR JUNTOS AL MARTIRIO QUIRÚRGICO PARA RECIBIR LUEGO ESAS SUGERENCIAS MELÓDICAS COMPUESTAS PARA SER DEGUSTADAS POR DESAHUCIADOS

                                                      A   Sonia.
                                                            

Otra vez observé a una muchacha lírica
divertida y abstracta como la banda de Count Basie
cuando despliega su saxo poseso Lester Young.

Entonces
-la derrota en principio proporciona inocencia
y cierto desvalimiento de algún modo atractivo-
había en mis venas ríos de ron con granadina,
me parecían las nubes relleno de colchón
y llevaba en bandeja el corazón en una mano
como esas camareras de la Calle
					Cincuenta y Dos.

Sí, ella
solía también mezclar los nombres de su agenda
y decir ¡ven y fúmame! a los desconocidos
como para saciar su sed de disonancias;
tenía una voz rasgada de radio nocturna,
sonrisa experta, miedo, la cabeza afeitada
y un tumor cerebral
(a veces pienso
		    que sin el jazz absoluto de la muerte
no habría religiones ni poesía).

Improvisaba.

Porque la decadencia está llena de destellos
yo hablé mucho con ella hasta que me hipnotizó
con sus hermosos modos de marionetista
y lloré la noticia de su fallecimiento
así,
como si nadie antes hubiera muerto...

Aún suelo recordarla con un pendiente solo
como las chicas traviesas

                                          (De Tres, dos, uno? jazz)
                                          

HE CONSEGUIDO QUE NUESTRA VIEJA ÉPICA CICATRICE PERO AUNQUE ME ARRANQUEN EL DEDO ÍNDICE SEGUIRÁ SEÑALANDO LA DIRECCIÓN DE TU CASA

                                                                                

										 A  Donal Savage. 


Conocí a un loco
tan febril y estrafalario como un líder ungido.
Sus palabras parecían los vestigios de oxidadas utopías.
En su casa bebíamos absenta, fumábamos free jazz
y le cerrábamos la puerta al acreedor encorbatado durante el desalojo.
	
Oh, la adolescencia legendaria.
Oh, el ánimo abollado...
	
Recuerdo sus soliloquios y recuerdo la música
-Ornette Coleman al saxo
como un poeta maldito desertando del idioma-
cada vez que la reminiscente culpa pequeñoburguesa
me aloja en el barato Motel de la Tristeza.
	
Conocí a un borracho hijo del hombre
capaz de supervisar el catálogo de nuestras revoluciones.
Los distribuidores de camisas de fuerza lo tomaron al final como rehén 
para que todo siga como siempre.


NÍOBE Y LETO Después del estruendo de la épica entrelazadas yacen las amantes; planeando a ras del suelo sus poemas corporales. Les pareció la noche tan hipócrita y gélida, tan inexacto el lecho mineral, monorrítmico, que entrelazadas yacen las amantes, consumido ya el sándalo del deseo por la estancia. Es tan inapropiada la palabra frente a la primacía lingüística del tacto. Es tan inapropiada la razón que entrelazadas yacen las amantes, fundidos en silencio sus poemas corporales. Bajo un techo elevado, un cielo traspasado mientras vuela la entrega lejos de lo finito, entrelazadas yacen las amantes. Acompasadamente, como si los latidos dialogaran, salen dos soledades al encuentro proclamando en un lecho la estación de las lluvias. Miel de helecho. Como el género virgen en casa de un platero al pasar por el yunque entrelazadas yacen las amantes, enredados sin dueño sus poemas corporales. Enredados en una noche plena que deja cicatrices, en una noche ajena a todos los deslices, en una noche llena de instantes intangibles que ayudan a existir. Después del estruendo de la épica... (De El hombre de cristal y otros poemas)

COMO DOS ESTRELLAS DOS SOLEDADES QUE EN EL COSMOS GIRAN CADA UNA EN VIRTUD DE LA FUERZA GRAVITATORIA DE LA OTRA

En Oporto
existe un promontorio desde el cual mirar el mundo
pues la belleza pide 
nuestra comparecencia.
Sí, hay un lugar
parecido al instante en el que dije a la poesía me casaré contigo.                                                                           
Y un día renové el ámbito de mi percepción allí, entre la vida
más allá del distrito de las casas nuevas,
las tiendas de pianos relucientes, los cafés, las bodegas 
y aquel puente nervioso y exacto de Gustave Eiffel.
Por los siglos de los siglos y los sueños
me casaré contigo, sí,
palabra ingrávida, mujer morena, eco
de toda dignidad restablecida.
Contigo en la salud, la enfermedad, el beso obrero
anexo al vino dulce. Cuidad mirando al río.
Desde el andén fluvial me embargó la tristeza de mi primer poema
en Oporto.
Un nudo de autopista
en el cuello 
y tanta luz sutil. 
Extiende la mirada sobre el lecho nupcial del horizonte amante.
Contigo, corazón
de manzana. Palabra densa. Oh, intercambiemos
huellas dactilares en la hoguera de la noche de nuestro desposorio.
Oporto. Luz de Elena: la radiografía 
del alba,
partituras de fados dentro de la maleta
y el viento
lento. El viento.
El primer beso en el centro de la mujer de nadie.
Este poema	
escrito con letra de borracho en el reverso de un mapa
para saber de dónde vengo
además 
de saber ir.
Al infinito
nos llevan de la mano la mirada, la ciudad, y este poema
con
el que nos atrevemos a casarnos mediante ese sagrado para siempre de la página impresa...

Por el poder que me confiere la naturaleza
yo os declaro unidos como dos siameses
con las almas pegadas.

                                            (Del Los lugares intactos).


EL AMANECER VISTO DESDE LAS ALTURAS DEL MACHU PICHU GENERÓ EN MÍ CIERTO DISCURSO INTERIOR SEMEJANTE AL QUE ME BROTA ANTE ESOS SEPULCROS QUE PARECEN DORMITORIOS

El cielo tenía algo plateado y prehistórico
en la cima exigente del sagrado Machu Pichu
-una piedra esculpida por antiguos hombres libres
nos invitó a sentarnos a leer a Neruda
ante el recién nacido sol semejante a un aura
y mirar tu sonrisa fue unificar mi yo-.

La paz, en ese instante elevado y respirable,
se volvió compatible con mirar allí abajo
deseando con envidia ser un cóndor andino 
y volar rebasando fronteras geopolíticas
también
-como una niña indígena despertaste sonriendo
tras soñar con correr sola por la planicie
y el sabor a pepitas de pera de mis labios
de pronto
te presagió algo eterno-.
La luz creí que era el alma de aquella vista aérea.

Los rayos incipientes de sutil realidad
sobre nuestras cabezas
parecían una especie de sombrero religioso
al tiempo que la belleza nos calaba hasta los huesos.
Te lo dije
igual que quien verbaliza con cuidado lo evidente 
					para que no se rompa,
y la amplitud del mundo reflejado en tus ojos
invitó a celebrar la llegada del día
con la fruición de un sueño
repleto de fuego y significados:
Machu Pichu es metafísica, lírica e incluso mística
como toda ciudad 
sin tejados.
	
Allí, creyendo
que el sol bendice la hora de placenta del comienzo,
tuvimos nuestro primer aviso,
casi un bautismo de sangre:
	
buena cuenta del éxito, del poder, de la vida 
y del amor eterno
	
	da

asomarse a las ruinas de un imperio.


                           (De Los lugares intactos)
                           

GALICIA BLUES Tan truculento el mar en Finisterre mientras la lluvia parece el bombardeo con el que el firmamento subraya su presencia. Reviso esta abierta inmensidad. Alguien creyó que aquí acababa todo pero he venido hoy desafiando al clima -bella injuria grisácea o motín en pleno cielo- a un lugar donde todo invita ahora a tachar los poemas que ponen tristeza en un microscopio. Y grito como la rabia eléctrica que estructura las tormentas. Cuesta creer que pueda acabarse la tierra firme del amor abrigo al avistar gaviotas planeando con una facilidad natural, fundamental, que abajo niega este abismo de belleza adictiva. ¿El fin son las guadañas verticales de todo contemplado precipicio rocoso? Finisterre es una emoción puesto que recalar en ese fin del mundo conocido como un peregrino exangüe al que le gustaría creer menos en los caminos cortados que en el más allá equivale a cierta perspectiva límite para absorber vivencias -mirar hacia abajo como aprendiendo a caer-. Es volver a Finisterre recibir la noticia de que hay un tumor en un panal de miel, que mengua el infinito, sí, que el obsesivo cáncer que invade los departamentos del cuerpo de la abuela es su forma severa, penúltima, humanísima de contradecir a la eternidad. Blues que me rompe: al menos cuando llegue a ti el sueño no elegido dile a la muerte que la odio. (De Los lugares intactos)
EL BOSQUE

¿Vendrás conmigo a esa demarcación misteriosa en la que crecí; pequeño pueblo abierto al cielo en el que aprendí a fijarme con detenimiento en el dibujo del mundo?

Allí cada palabra se asienta en sí misma como un buda.

En el promontorio embarrancado desde el cual el bosque y su reflejo sobre el agua del río son una unidad vital, cierta línea envolvente hace de la belleza algo más que una impronta.

Aprenderemos juntos sobre la dignidad y la suficiencia al contemplar en otoño esos árboles que, aunque despojados, desafían al cielo con la cabeza alta?

La estructura delicada de lo que germina.

La belleza compartida que todo lo trastoca.

Nos sentaremos en algún trono de piedra improvisado y recordaré gracias a tus rasgos, a tu rastro, que la poesía nos invita a establecer una nueva intimidad con el origen. Ese tecnicolor primitivo remitirá a mi infancia de la que te hablaré, pues más allá de todo silencio íntimo está el expresivo encuentro de las conciencias.

Te diré sin decirlo que mi padre es mi estrella polar.

La brisa húmeda nos castigará con su látigo de juguete?

Y entraremos en el bosque.

Quiero creer que adentrarnos en lo real hasta la confusión de las formas nos ayudará a descubrir un nuevo espesor que conduzca a la ley secreta de las emociones.

Juntos igual que traficantes de recuerdos percibiendo así como el otoño es un enemigo hermoso que conoce la clemencia.

Sí, juntos entre la pureza adicional de la luz -aunque la naturaleza prefiera que cada uno la ame a su modo- miraremos un árbol hasta hacernos semilla.

Y disfrutaremos como quienes han sido citados en una parábola como ejemplo de cualquier cosa.

(De La noche del eclipse tú)


TUS LIBROS

La ilusión es mercancía. Por eso acierto ya a intuir que se trata de una decisión tan entusiástica como precipitada, pero, igual que planetas reunidos en torno a una estrella, estoy guardando libros que un día serán tuyos: lo hago para que el universo te resulte un poco menos inconmensurable.

El almacén del tiempo.

La arqueología subsistente de la cultura que nos aproxima a una cima que no podemos alcanzar.

Sí, una biblioteca y que así, en su momento, tu casa incluya un santuario con fines estrictamente humanos. Una porque los años se suceden como vertiginosos redobles de tambor pero uno regresa siempre a sus admiraciones que no son otra cosa que el cromatismo de la vida. Huellas. Rendijas. Textos transfiriéndonos su severa intensidad para que, cuando todo se derrumbe, puedan aparecer las nuevas claridades...

Algún día en el que nosotros ya no estemos contigo, ¿descubrirás que una biblioteca es un desierto sin soledad?

(De La noche del eclipse tú)


BAGAJE

Me lo preguntaba inicialmente: ¿vendrás del norte donde no conocen el esplendor del arco iris o de oriente donde adoran la sutileza musical de la lluvia o del continente satisfecho de sus límites en el que saben reír sin trabas o de algún otro lugar en el que veneren el poder cromático de la muerte o directamente de la espectralidad de la noche?

Luego, cuando anclé por fin mi ánimo, no dejó de importarme el antes frente a la exigente contundencia del instante...

Mira, más allá de la ambigüedad oblicua o de cualquier propósito emocional, te escribo deseando ya que todas las impregnaciones fantásticas se derrumben... Así redescubro que la poesía, como el sexo, es un prodigio de la comunicación (sí, mi amor, cree en la poesía como un acto de agradecimiento del hombre ante algo que le supera).

Rocío del porvenir, porque todo poema que escribo en tu honor es el primero, me atrevo hoy a decírtelo: te sentirás con el tiempo como quien consuma toda fiesta, pero no olvides la pobreza de tu cuna pues ésta no implica pudor o silencio sino el poder de lo que, solidificado, se transforma en cimiento.

No olvides que la adversidad original no es para ti revestimiento teórico ni tradición política no contrastada existencialmente, sino que se trata de tu espejo secreto.

No, no olvides tu excepcionalidad ni confundas nuestro vitalismo detallista con algún tipo de ingenuidad, pues ambos llevamos sobre el pecho los dolores de tu abandono y las vicisitudes arquetípicas de tu viaje hacia la reinvención.

¡Así tu procedencia se alineará así con tu fortaleza!

(De La noche del eclipse tú)


ABUELA

Disculpa el ambiente académico de este poema pero apenas sé como decirte que el viento de la vida también sopla abruptamente, y te sojuzga, tacha, y te humilla al situarte de pronto ante tu propia fragilidad mediante tribulaciones estriadas y casi inasumibles que te recuerdan que somos nada; tímidos arroyos que desembocan en el mar o en bacinillas; murciélagos que vuelan majestuosamente a ciegas hasta que intentan atravesar el fuego de una hoguera y, con las alas abrasadas, acaban chocando contra el tronco de un sauce.

No sé si la fatalidad, con lo que ésta tiene de conocimiento de uno mismo en uno, forma parte de las cosas que alguien hace en la oscuridad. De todas formas derivo instintivamente la conmoción a un Din A4 porque, a través de la ventana, he observado con magmática cólera los declives del paisaje sin acertar a contarte que a tu de repente reductible abuela le han diagnosticado un mal neuropsicológico -¿puedes creerlo?- y debes por tanto darte prisa para conocerla como ha sido.

La rabia congestiona los pasadizos de mi mente.

¡Qué se joda la poesía que ayuda a absorber los momentos!

Desbordado por las hipótesis -al regresar de una expedición a ese dolor que duele más que el propio- algo dentro de mí tan sólo reducible a llanto me impide ahora prolongar esto que escribo al modo de un tonto experto.

La vida es también el misterio del verdugo borracho.

El miedo se lleva a hombros y el poema entre los dientes cuando el cuerpo de los seres que amamos -oh mamá- empieza a transformarse en resplandor del cosmos; en tierra fértil emborrachada a traición con nuestras mejores lágrimas...

¡Perdona el dramatismo emanado de mi insistencia en desfondar el silencio!

La abuela es -todos  somos- ayer y todavía.

(De La noche del eclipse tú)


ABUELO

Para hermanar nuestras respectivas resurrecciones y densificar el momento un día quisiera ir contigo al bar de pueblo en el que crecí. Volveríamos así a aquel lugar umbrío en el cual, entre amigos que se abrazaban sin reblandecerse y solitarios que trataban de templar la discordia salvaje mediante el escalofrío del hielo en el whisky, me convertí en un hijo del instante.

Mi padre y yo -lejanía sin extrañamiento- detrás de la barra, la frontera, y el corazón sollozante en la risa de los borrachos que trataban inútilmente de cambiar de dirección.

Mi padre y yo en el dominio de los héroes que apenas lo parecían como enfermeros en aquel acerado, improvisado, hospital sentimental.

Todo borracho es un río que retrocede, escribía entonces.

La soledad apenas difiere del intimismo, pensaba entonces.

Porque nuestros hallazgos no nos dejan solos nunca te hablaré de la sustancia mítica de las historias que escucha el camarero -ése que asiste en la celebración y en la lamentación hasta hacerlas casi inseparables-.

Evocaré para ti esa luz que alborea sobre el mostrador, la penumbra estableciendo lazos y el delicado erotismo de la luz de candilejas (de nuevo en la luz la última clave).

Los principios. El bar que odié y que amo. El whisky -esa cadena áurea- tratando de llenar el vacío entre los espacios de los bohemios o intentando apagar su oculto miedo. El vértigo purificador. Las alabanzas a la noche sin forma de quienes nos desvanecemos en los recuerdos hasta perder también la forma...

Cuando me rechaces interinamente como yo a mi padre entonces, ¿sabré recuperarte?

¿Un día leerás todo esto como quien hereda el mundo?

(De La noche del eclipse tú)


LEOPOLDO MARÍA PANERO

A Joaquín Pérez Azaustre

¿Te acuerdas cuando, hace apenas mil años, vimos al pornógrafo de la sordidez que pagaba los platos rotos de sus lacerantes versos caminando por el filo de navaja de barbero de Madrid mientras miraba a un lado y a otro con ojos de la vida es esto?

Ese generador de realidad llamado afecto talló una emoción obscena. El aislamiento mental era una historia de imposible redención que nos implicaba emocionalmente; una abrasiva de la que no nos logramos emancipar. Lo leído palidecía. Todos queremos postergar el instante en que aprendemos a dudar de nuestros mitos -pensé- mientras juntos, e impávidos, contemplábamos como la luz del día se ensaña con los locos.

Acodado en ese barco sin mástil que es el mostrador de un bar, sin dinero que salva y con ojos de risueño hechizado parecía más que nunca el prisionero de sus psíquicos polos opuestos (duele la lucidez estrictamente metafísica de quien se enfrenta a la realidad como si él no fuera real).

Tu oposición binaria favorita, gin-tonic, poseía en aquella ocasión no contrastado apego sino el corrosivo lirismo del anciano desnudo que mira a la luna mientras porta en su mano un cazamariposas roto, pero aún así por un momento tratamos de conversar, de vivir el poema, y nos aferramos al mito de guerrillero verbal innato dejando a un lado al hombre que se suicidaba tan lentamente... Fantasmales héroes atrapados dentro de sí mismos a los que no podemos seguir. Estentórea coherencia de seres devorados cuya ternura ominosa aún parece exigirnos cuentas morales a todos. Rompedores rotos que huyen de las emociones envueltos en una aparente carencia de envergadura humana que les hace invisibles entre la gente de provecho salvo, quizá, para quien lleva por la calle puestas las refractarias gafas de la poesía...

Amigo, ¿te acuerdas de aquel día en que hablamos con el hombre indescifrable que comparte el bosque con los lobos?

(inédito)


 

Cabecera

Portada

Índice