Juan José Espinosa Vargas

Una noche malva el rocío está cayendo


 

Pablo Picasso: Mujer-flor

 




I

EL silencio
       reposa
en tu rostro.



II

ACASO un lago cálido
en invierno,
tu boca me recuerda
el vacío
             anterior
de los tiempos.



TU boca. La tierra
blandamente.
                      El silen-
cio. El universo. Un
orden lentamente moviéndose 
quieto.



TU boca calla
cálida
mi silencio.



TU boca tiene la voz
del agua. A
veces
he oído en mis labios
cómo llega al
mar 
tan despacio.



NI montañas ni peces
ni cielo
            ni candela. En
tu boca está
todo.



YO en tu boca
ni soy.
           O agua
que ni va ni viene
ni se estanca.



CUANDO besa
tu boca
me abraza.





III



                                   Del tiempo
                                   remotísimo
                                   de las nieves
                                                          cae
                                   agua
                                   agüilla
                                   todavía
                                   por tus ojos.



ESTRELLAS
lejanísimas de agua verde
tus ojos
               o el secreto
de qué
cosa
me mira fugaz-
mente
como si no hallara
bien
por dónde colarse.



UN hueco 
chiquito
tus ojos
por donde viene...

por donde llega 
finísima 
la luz
de dónde.



IV


QUÉ lento
lenguaje
tus manos.
                  Tus manos
qué locura
antigua
guardan.



TUS manos tienen los silencios
del siglo.
       	       Pero la 
tristeza solamente.
                               Tus
manos
son tristes.



TUS manos lloran despacio.
Igual que lluvia
del norte.



CUANDO me tocan
lentas
          no acarician
tus manos créeme
                               sino
todo lo que tu alma desea
y no sabe todavía
                             bien
qué.



EN tus manos caben todos tus sueños.
¿Por eso lloran?



QUÉ sosiego de pájaros y un par
de cigüeñas, y campanas
remotísimas
a lo lejos. En tus manos
qué tiempo
vive 
tan callado.



CUANDO tus manos se posan 
en mi piel
y andan despacio por ella, qué
muerte escriben. A menudo
se detienen ensimismadas
y tan de repente.




V



                         Como si una marisma
                         tupida
                                      mata
                         negra
                         tan clara.



TUS aguas se detienen
en mi boca y en mis manos
como la tormenta más
silenciosa. Como
bestia serena.



MI lengua bebe en el charco 
claro
de tu cuerpo
como animal
sediento.


La humedad que bebo
huele
solamente
a ti. Y al
vacío que dejaron las primeras
estrellas.



IGUAL que flores 
violetas
en la superficie
ancha 
de un lago
                  cálido
de invierno.
                    Y un pájaro blanco
que se zambulle
entero
como si fuese de agua.



VI


TU cuerpo y mi 
cuerpo
un abrazo,
                  un instante: el tiem-
po entero.



MI boca ya no es mi boca,
sino tu cuerpo entero.


 

Cabecera

Portada

Índice