Inscripciones
Para Julia Roldán, en su memoria.
Terracota micénica, siglo tercero a. c.
Ríos de barcas lentas movidas por palabras, movidas por los ríos angostos que tú ensanchas desde la luz final que es una madre muerta.
En los campos de Iaulu, siglo séptimo a. c.
Nada es un ángel. Nada, oculto en el silencio de mi madre. ¿Nada mi madre oculta? Fue multitud su cuarto. A él regresaba el viento de las islas y en su canción dormía. Mi madre es mi pasado.
Lárnaque minoico de Armenos, Creta, siglo decimotercero a. c.
El invierno es la rosa desangrada, y el aire que en sus contornos yertos amanece. Altas te oyen, junto a muros helados, las barcas de verdina.
Círculo del maestro de Lanaja, Siglo XV
Qué puedes contra Dios y de qué tierra ensimismada vienes. Qué hay en ti, desolación: no mueres ni renaces. Mas redimes, exilias del silencio, como si en ti fuese a quedarse inmóvil Dios, y el aire y la vida que te crea.
Monasterio de Sijena, 1494 (almendros)
Qué palabras podrían alcanzarlos, si Dios ya no estuviese en las palabras, como lo está el rostro de tu madre, tu madre viva y muerta. Qué palabras habrá dejado Dios en los almendros.
Papiro egipcio Oh sicomoro de Nut, dame tu agua. Libro de los Muertos
Hay un árbol de lluvia en el tejado de la casa.
Estela de los Buitres de Lagash, 2500 a.c. (Los pasos de mis hijas)
Sus huellas de diamantes en la tierra encendida, cuando escriben mis ojos y se llenan de sombras y abiertos están ciegos.
Fragmento de lecito ático de fondo blanco, siglo quinto
No pasa ni retorna el verdor de una ausencia. Pero la ausencia muerta qué es o quién será. Un no existir la niebla, ni la noche, ni el día.
Galaad y el asiento peligroso, Ciclo de Lancelot
Contempla el ruiseñor una hilera de nombres, las pisadas contiguas, lo oculto de su canto. Se olvidan los caminos y para regresar sólo un camino existe. ¿En qué estación renace? La poesía es el fin, la pregunta que late como el último Dios al fondo de los lagos, con su disfraz de muerte.
Tristán con el arpa en el barco, Tristán de Gottfried von Strassburg
Como cruces de fuego resplandecen, llamas desde la tierra cercenadas. Canto perdido el verdadero amor: la verdadera voz germina tarde. Con qué manos hubiesen alcanzado el horizonte inexpresable. Lluvias, linternas del color del cloroformo, o de esta pulpa ensangrentada y yerta. ¿Dónde te oí?
Caminos
I Lo era venir de ti, del enmudecimiento de la luz y del barro. No en la mañana hermosa, esplendiendo verdor y frutos los naranjos. Ni ayer cuando vivías.
II Si merman las heridas y los pájaros llegan rutinarios y obesos al parral de las tapias, ya es todo de una vez: lo ínfimo y lo vasto, las vías angulosas, lo torrencial de todos los caminos. Mi padre desnudo se me acerca desde la narración del fuego. ¿Qué palabras no vienen de los mismos caminos de la infancia? Las que en ella brotaron, las que son rocas, tiempo cerrado, inaccesible. Así en su desventura un niño aguarda a otro, un rostro semejante. Terrible es anunciarnos. No existe otro camino, venir de Dios e ir hacia otro Dios.
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