RETRATO DEL INSTANTE CON RENUNCIA Las hojas olorosas de eucalipto, la taza solitaria, el rostro con la última luz retenida. Densidad como en miel de las horas iguales, de las horas posadas en la compleja quietud de los objetos. Tú y tu renuncia, mientras toma el silencio los retratos amados hasta volverlos música. Tú y tu renuncia, mientras va la penumbra como una gran pleamar ahogando lentamente la casa.
RETRATO DEL INSTANTE CON AUSENCIA En el crepúsculo, la roja enredadera que trepa por los muros simula con sus ramas de sangre, con sus pequeños corazones de hojas, dar latido a la casa. Pero ese corazón ya es sólo un eco de relojes, tan sólo luz y olvido tras olvido. Como si hubiese extraviado la tarde la memoria y te buscase, rastreando, para reconocerse en cada ausencia, para saberse igual en tu abandono, para encontrarse en cada una de tus mismas pérdidas.
RETRATO DEL INSTANTE IMPOSIBLE La noche es una larga cola de zorro plateado. Sobre el pecho, flores de adelfa y nieve, abril está muriendo. Qué hermoso sería ahora el aire herido de Granada.
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