I HAY que partir hacia otro lado. No sigas pendiente de las hoyas excavadas En tierras yermas que te rodean Mira los halos de la luz, Elevándose como oraciones En el umbral de las piedras calizas. Hay que cambiar de ángulo de visión, Dejando atrás los nichos En las paredes de barrancos, en las pleamares. De cuerpo que una vez fue tuyo. La furia mantiene en alto el horizonte Que espera tu respiro.
II VOY lloviendo hacia ti. El tren, vacío; el paisaje, niebla ni resquicio. En busca de tu rostro, de repente, sin rastro. Veloces las piedras del erial que te angosta. La tormenta, como si lo temiera, Pasa y enmudece como ventanas tapiadas. Voy mirando por el mismo vacío Buscando tu rostro extraviado. Los perros beben en los charcos, mas yo no tengo Donde calmar mi sed.
III QUÉMAME, sol, con la memoria Esta vida entera que se me viene Encima y no la siento y no la quiero. Quémame para ser como los pueblos Que en la proximidad de tus orillas Sin sombra saltan de contento Y sin historia son ligeros, y son felices Desprendidos de su pasado. Quémame, sol, enfrente El turbio rostro de la noche llena. Tú sabes qué dolor trae la llama a mi carne Que la desea con los ojos bajos Y el filo del cuchillo que en silencio Lentamente la va sangrando, Como escribiendo la ola que se aparta Por morir bien a solas En el más lejano aire. Así las cruces que por el cielo los aviones Trazan en días claros, las estelas Que se borran en cuanto pasan Sin haberse gustado. Ya no será de mí el puro azul De la vida, su puro azul tan hondo, Que me llevaba y me vivía En plenitud distante, En puro azul de nada. Que se me llenen de llamas los ojos Mirando a todas partes, y las venas Por última vez sean Alegría del fuego Cuando ya nada quede. Yerto en tus labios, sol, contento y sin memoria, Quemado el aire.
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