Josefina Aguilar Recuenco

Poemas

 

Anónimo: Planta de la Isla de San Borondón

 




DIATHEKÉ

Una isla era estar ahogados
rodeados de tierra.
Dos es el peligro de las voces.
Aún no hemos convenido la hoguera
y arde la palidez de los tejidos
que son la fisura de las deudas.
La sorpresa regresa cenizas de alegría 
haciendo caer gris la lluvia de haber mentido al cielo.
Al viento le giraron la llave de incertidumbre
siendo plácido el vacío sobre la estela
de que habéis dejado la huella que habitasteis.
El aire tiene bisagras de huida:
Tú serás mi jinete
Y yo tus crines.
Dos desiertos se peinan en el lomo de las dunas.
Es la memoria de haber cuidado la casa de las sombras.
Dos cielos se reparten la tormenta 
que está sucediendo sobre la noche de pronunciar 
los guijarros de una cuenta en el collar de las luces.
Un trueno es miembro de sus ruidos:
el chasquido de la primitiva rozadura entre vacíos
que anticipa que llegaron nadando a la isla de una tierra.
Dos llegaron náufragas al centro de la sal.
Dos llegaron en la cuerda de promesas,
sujetas al tiempo del tímpano:
Mañana es un día que ha llegado.
Nunca miraron atrás.
A las asidas mareas de Siracusa
les siguió el oráculo de sus párpados
que dos vertieron lumbres
y que de las velas hicieron 
las sábanas de sienes asombradas. 
Asumieron la huella del olvido.
Nunca miraron atrás.
La caravana de dos sedas
germina la tintura de un mar 
que llega al costado del deseo.
Mañana la orilla de horizontes.
Mañana la mano al borde de asirse al límite.
Dos respiran naufragio.
Están hundiendo el cielo que mintieron.
Dos cosen los poros de haber nadado
en la Estigia figura de lo que fueron.
Se levantan sobre su horizonte profanado.
Se levantan sobre sus vértebras de queja.
Hacen vertical la costura de asperezas.
Sacuden el gemido de las cenizas.
Se giran adelante
y se encuentran 
en el centro de la cicuta que no tomaron.
Derraman el no sobre la penúltima ola
que nunca llega a la orilla.
Hunden la isla. Pronuncian la acústica vida
de sus cinturas sobre el aire.
Están sosteniendo que llegaron.


LA NIEVE BUSCA A TIENTAS UN TROZO DE METAL ENTRE EL OLVIDO La nieve busca a tientas un trozo de metal entre el olvido. Un curvo trozo de metal adolescente en el campo de los huecos sin sonido. En el campo de los sucesos, la nieve busca asirse a lo perdido. En la cabellera de un viento, de un jilguero con vuelo en trino seco, de un brusco retroceder hacia lo herido, la nieve se ata al cráneo cabizbajo de lo no concluido. La nieve camina con los pies escarchados, agrietando la tierra con un leve aullido. Guarda una certeza: es lo único blanco entre la espera del gemido. Es lo único blanco que separa la espesa flor del grito de la flor multiplicada en la tarde sin felinos. En la caída, todos los descuidos del tiempo son un instante de naufragios sin navíos. La eternidad desciende de una mano. La eternidad asciende de otra mano. El cuerpo arenoso al lado de la nieve rezuma polen de angustia: recuperar del descenso, la ascensión a lo prohibido. Ese costado arcilloso molesta con sus dunas al frío pero la nieve camina, alargando sus estrías que cumplen los infinitos. Sobre la extensión segura donde el curvo trozo de metal adolescente huyó sin duda, se esconden ante la nieve las vísceras de carne con hebras maduras. La nieve encuentra lo perdido. La nieve se encuentra en la negra huella de su fuego partido. No hay quien toque su pudor blanco que navega escondido. Iris de hielo sobre llama de infierno, venciendo al tiempo y su premura. Madura el campo la huella donde se encuentran y se llaman la nieve y quien en espejo la canta. Está aquí. El arco adolescente ata ahora la eternidad a su frente y el campo de lo múltiple perdido se perdona de fugacidad y de lo que fue silente. Se derrite el arco encontrado. En la distancia prolifera el deseo. La nieve se unta tierra en su costado. Se bautiza con el mineral del grano. En la cintura de la nieve, nieva. La nieve se hace testigo: el todo es blanco. Una pupila negra así lo ha hallado. Sobre el instante, ha visto la eternidad de lo extraído. La tierra descansa. El cerco siega en lo encontrado, lo ardido.

Enero 2018


 

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