Gonzalo Molina

Ilumíname el aire


 

Marc Chagall: Los amantes en el saśco

 




Es el verso canalla 
que me encuentra y estalla 
en el pecho y lo rompe. 
 
Panteras en los ojos, 
frío, viento que hiela 
el corazón y deja sin color 
la mirada. 
Es volver a la nada. 
 
Girar sin un camino, 
ríos que no abrazan mar, 
cielos que desatan lluvias 
sobre campos que no guardan semilla. 
 
Es el verso canalla 
que saca los sonidos 
de las noches más tristes, 
es el verso canalla 
que me encuentra y estalla 
en mi pecho y te rompe.


En el sur, se han teñido los mares de su piel, los pájaros cambiaron los trinos de su voz, las flores se confunden con sus manos y los niños aprenden en la arena, bajo el sol de sus sabios ojos de viento, el vuelo del amor.
Ayer, mi existencia creció, mojé pan de vida, acaricié las aceras... Tenía prisa por quedarme en mis pasos y nunca llegar al fin de ese camino. Tenía prisa por no apagar mi sed. Ayer, fui un hombre feliz. Ayer, mi existencia creció, mojé pan de vida, acaricié las aceras... Tenía prisa por quedarme en mis pasos y nunca llegar al fin de ese camino. Tenía prisa por no apagar mi sed. Ayer, fui un hombre feliz.
Con aviones de papel, tu casa salta... Hermosa guerra la que mi corazón sostiene invadiendo los campos más secretos de tu cuerpo y que, en fuego cruzado de balas de labios, acribilla tu pecho hasta dejarte herida. Poco a poco se va quedando con tus peces, tus flores, y tus pájaros. Toma tu aire y atraviesa ojos y sueños ciñendo tu desprevenida cintura para probar el sabor incierto de tu boca. Te sigue más allá de tu mar y de tu cielo para romper el equilibrio de los astros y apaciguar las olas. Te perfora los oídos con versos blancos que deshilan la piel de la razón y entran en ti, para estallar, cuando la noche no deja ver sus aviones de papel en tu tejado.
Yo estaba sentado a la puerta de la casa más triste cuando tú, como las olas de los mares donde los niños rompen el tiempo, pasaste cantando. Todo en mí se volvió anhelo. Trepé por las paredes, rompí ventanas, entretuve mis oídos y mis manos en alcanzarte. Salté de flor en flor, fui mariposa, anduve los caminos, ”caminante! ”Cuántas cosas había más allá de esa casa! ”Cuánto viento amigo soplaba sin que mi alma gozara su existencia! Yo estaba sentado a la puerta de la casa más triste cuando pasaste cantando.
En Guadix ya no quedan caballos blancos. Allí lloran todos los ojos de todos los tiempos, los de ayer, los de mañana. De Guadix se los llevó una niña blanca y los convirtió en canciones. En Guadix ya ni canta el agua, ausencia de ríos y de arroyos, se la bebió, toda, una niña de sed. En Guadix no queda nada desde que se fue.
Recuerdo mi corazón blanco y mi mano infantil inventándote en una pared encalada. Tu nombre, la flecha roja, la herida, el dolor enano. Estoy lleno de tarde, tú pasas y te recuerdo... Recuerdo tus manos como pájaros posadas en los alambres donde se ponen a orear los sueños, blancas velas de barcos encallados, en patios de paz. Estás allí, como un dios, ordenándomelo todo: "aquí tus plantas", "aquí pongo tus ríos", "allá tus mares". Te recuerdo, eras la voz que me llevaba al descanso sereno, la que se paseaba en mis noches ahuyentando miedos, la que ponía en mis ojos la luz al despertar. Te recuerdo, te recuerdo en el ultimo abrazo, te recuerdo.
I No me obligues a decirte que no te quiero. Ilumíname el aire, que él sin ti lo vuelva a repetir: Te quiero. V No temas que de ti no huye la culpa. Es de mis ojos que resisten su mirada. No temas que no se esconde por ti el sol. VI Ese hombre tiene ojos de papel. Sus manos, también, son de papel. Sus ojos y sus manos andan siempre juntos construyendo cometas, ésas que se quedan en el cielo a mitad de camino.
A Estrella Gómez López El mar está lejos y tú quedas un poquito más allá del mar. El cielo está lejos y tú quedas un poquito más lejos del cielo. Yo, amor, si acaricio el tiempo que me toca es sólo por la ilusión de verte pasar, de nuevo, por mi puerta. Yo no sé... Y es posible, muy posible que pocos sepan si antes de tu ocurrencia existiera el mar. Lo recuerdo: las tres treintaicinco de la tarde: se te antojó pasear con los peces. Yo no sé... Y es posible, muy posible que pocos sepan cuándo llegó la luz a las estrellas. ”Qué ocurrencia! Recuerdo que empezaron a apagarse de una en una: no fueron valientes, no pudieron ser valientes ante tus ojos, Estrella.

 

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