Gonzalo Fragui

La hora de Job


 

Alphonse Mucha: Papel de fumar Job

 




CARTA DE ANTONIO MORA


			Me falta la ausencia

		     	     	CANCIÓN ECUATORIANA



Por aquí,
salvo el amor,
la salud
y el dinero,
todo bien.


BARRA FIJA Con la primera cerveza soy un desierto con la segunda descubro zonas inexploradas de las muchachas con la tercera soy un F-15 Primer viaje al baño en el espejo un ser inocente sonríe el animal acecha a punto de saltar Con la próxima cerveza vibro al compás de la música a la siguiente descubro que no hay lugar para lo prohibido una más y agoto palabras de días posteriores Segundo viaje al baño el espejo vomita las carcajadas del ser todas las cervezas van a la mar y la mar nunca se llena Tercer viaje al baño el espejo inocente reproduce varios seres que parecen sonreír Con la próxima cerveza soy un encantador de serpientes Con la última cerveza soy el rey de la selva Último viaje al baño Nadie en el espejo
ZONA DE TOLERANCIA El más grave problema existencial de la mujer es que se le “vaya” la media El más grave problema existencial del hombre es no poder seguir el camino por donde la media se “fue”
RITORNELLO Antes de amarme me negarás tres veces Antes de que cante el gallo me amarás tres veces Antes de que el gallo cante tres veces me habrás olvidado
JOB a Arthur Leonard y Jack Kevorkian “Llego a la muerte por mal camino, subo por una escalera”. LACENAIRE Job de niño vivía feliz en su comarca de Hus Tenía todo lo que se puede pedir, un río, un guayabo, una mata de chirimoyas, otras tantas de tártago y ninguna responsabilidad. Job no tenía preocupaciones. Jugaba con carritos hechos con latas de sardinas que tenían por ruedas las gomas rojas de la penicilina. Un día encontráronse Dios y Satanás en el bar del cielo, según la versión de Leszek Kolakowski, que parece ser la más confiable. Dios paladeaba un agua mineral y Satanás un coñac. Fue Satanás el primero en hablar: -En la tierra todo anda bien. Eso dijo mientras hojeaba el periódico y leía sobre recientes explosiones nucleares. Dios entendió el tono y preguntó: -¿Acaso has visto a Job? -Sí, sí le he visto, pero Job no te ama apenas te teme ponlo a prueba y verás- díjole Satanás. Dios no tenía necesidad pero aceptó la propuesta para defender su propio honor. Dios decidió poner a prueba al paciente Job. Enviólo a la ciudad sin familia, sin amigos, sin fortuna. Job, que había nacido con salud escasa, temía a la oscuridad, a los espacios cerrados y a los ojos negros. En todo esto no pecó Job, ni enloqueció contra Dios. En silencio pensó: -¿Para qué dar la vida a un hombre que no encontrará su camino? Las clases y los exámenes fueron minando la ya precaria salud del joven Job. Los médicos diagnosticaron nervios. Durante años vivió Job entre fármacos. Él, que hubiera querido fumarse la vida como el guerrillero fuma su cigarro después de la lluvia en la alta noche. Luego vinieron las prohibiciones. Job asentía sin levantar los ojos. Al fin Job habló en voz baja tratando de no ser oído pero Dios tenía puesta su oreja en el hueco de ozono y escuchó perfectamente. -Hay días que no sé qué hacer con los remolinos de la conciencia, eso dijo Job. Dios, mientras tanto, celebraba su triunfo. Pero Satanás exigía más pruebas y Dios cedía. Dios hizo que los nervios afectaran entonces el estómago y los pulmones de Job. Job no chistaba pacientemente cobraba su salario y lo gastaba en medicinas. Se sometió a intensos tratamientos depurativos de alcachofa asistió a sesiones de yoga, relajación, pero la culpa seguía allí royendo sus tobillos como Ugolino mordía la nuca de sus hijos. Job tomó la palabra y dijo: -Si fuera posible pesar mi aflicción pesaría más que la arena de los mares. Vinieron entonces tres amigos a verle y sentáronse alrededor de Job. Permanecieron así siete noches y siete días. Y ninguno de ellos se atrevía a decir una palabra porque veían que su dolor era muy grande. Al fin uno de ellos dijo: -Deberías alimentarte sólo con vegetales. El otro dijo: -Las enfermedades provienen de nuestros miedos. Finalmente el tercero habló: -El dolor, como el fuego, purifica. Job sonrió ante tales argumentos. Satanás no cejaba en su empeño y propuso a Job: -Rebélate contra la aspirina, maldícela, de lo contrario morirás. -No temo a la muerte, temo al dolor, replicó Job. Los males de Job aumentaban. Ahora le fueron afectados también otros órganos. Job dijo entonces en voz perfectamente audible: -Deberíamos marcharnos de otro modo como pájaros incendiándose en su propio vuelo. Dios revisó en su computadora las múltiples interpretaciones que podían tener estos versos y consideró que no era grave. Job resistía. Golpeado por el mal dormir se levantaba, tomaba sus vitaminas y el desayuno. A media mañana tomaba sus medicamentos de los nervios. Después del almuerzo tomaba un digestivo y a media tarde el antiácido. Aunque vivía con sueño todo el día antes de acostarse tenía que tomar pastillas contra el insomnio. Después de sus oraciones escribió estos versos: -Hemos hecho del dolor un ritual. Hemos hecho del ritual un dolor. A Dios no le estaban gustando los poemas de Job entre otras cosas porque no los entendía pero consideraba que Job se mantenía ahí, duro. Job rompió su ropa tresquiló su cabeza y derrocóse en tierra. Pasó entonces una chica en minifalda, sin duda otra provocación de Satanás. Y Job dijo: -El amor sigue siendo una de mis utopías. Dios consultó el diccionario de símbolos de Herder pero nada aclaró sus dudas. Simplemente pensó: -Un poeta es más peligroso que un país.
A PROPÓSITO DE DIOS Dios viaja conmigo Con Él comento el estado del tiempo la subida del dólar a veces hablamos de alguna guerra alguna epidemia aunque su tema favorito sea El Amor Como es de suponer también hablamos de poemas es que con Dios no tengo temas prohibidos Él apenas sonríe un poco apenado cuando buscando complicidad le digo: ¡Mire esas piernas, poeta!
EXCUSAS CONTRA LA MUERTE a Guillermo Rodríguez Rivera El primer día la muerte vino a su encuentro. Y él: lástima, morir ahora que mi madre me amamanta, dijo tratando de disuadir a la muerte. Y la muerte que no tiene pechos vio efectivamente el regocijo de la madre, se compadeció y se marchó. A los cinco años vino la muerte. Y él: lástima, morir ahora que he aprendido una palabra difícil, bolígrafo, dijo tratando de disuadir a la muerte. Y la muerte que no quiere enredos lingüísticos, se compadeció y se marchó. A los diez años vino la muerte. Y él: lástima, morir ahora que he empezado a cumplir años con dos cifras, dijo tratando de disuadir a la muerte. Y la muerte que no cumple años, se compadeció y se marchó. A los quince años vino la muerte. Y él: lástima, morir ahora que he visto los ojos negros más bellos de mi vida, dijo tratando de disuadir a la muerte. Y la muerte que le teme a la belleza, se compadeció y se marchó. A los veinte años vino la muerte. Y él: lástima, morir ahora que mi madre llora conmigo porque una nueva novia me abandona, dijo tratando de disuadir a la muerte. Y la muerte que de amores sabe demasiado, se compadeció y se marchó. A los treinta años vino la muerte. Y él: lástima, morir ahora que he sorprendido de perfil a a mi hijo, dijo tratando de disuadir a la muerte. Y la muerte, que “es un hábito colectivo”, se compadeció y se marchó. A los cuarenta años vino la muerte. Y él: lástima, morir ahora que mi vecina se ha percatado de que existo, dijo tratando de disuadir a la muerte. Y la muerte que alimenta lo imposible, se compadeció y se marchó. A los cincuenta años vino la muerte. Y él: lástima, morir ahora que comprendí que la locura es el único lugar donde no habita el dolor, dijo tratando de disuadir a la muerte. Y la muerte temiendo enloquecer, se compadeció y se marchó. A los sesenta años vino la muerte. Y él: lástima, morir cuando me falta tanto por leer, dijo tratando de disuadir a la muerte. Pero esta vez ya no fue posible porque la muerte sólo acepta su lectura.

 

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