I Una vieja canción descansa y espera el timbre de otra voz, las alas de otros sueños. Es el testigo que un alma entrega a otra. Se derrite en la boca, en los oídos de quien la hace nueva. Amor, te lo dije, es la piel de las palabras y sus huesos.
II De niño, a caballo, galopando montado sobre mi corcel de caña, aireando la espada de cartón, era de acero mi alma, era de acero mi alma y no la horadaba el tiempo. De niño a caballo galopando sobre mi corcel de caña, cantando me enfrentaba al tiempo, cantando siempre cantando, con mi capa de papel al viento.
III Era una tarde dejada de futuro y aun así no quise que mi voz se escapara sin nombrarte. Que mi trazo inmediato se borrara sin conocer tus caminos de líneas divergentes. Elegí por ello la voz del aire, la mirada que salta el horizonte. Encendí fuego detrás de las montañas, caminé como si alguien me esperara y dejé que las alas te convirtieran en canciones.
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