Tríptico para mi padre a mi padre Juan Molina al poeta Adelhy Rivero I Mi padre tiene veinticinco años Mi madre es apenas una quinceañera Quería ser normalista pero no fue posible En la inmensidad de la montaña recorrerá caminos solitarios para atender enfermos. Mi padre tiene veinticinco años monta su caballo sin mirar a nadie Unos tragos encima y un arma en su chamarra. Mi padre es otro cuando monta en su caballo Seguro de su juventud y su belleza tiene una pasión desaforada por las muchachas y los retratos aunque últimamente anda intranquilo por esa pelirroja que ha llegado al pueblo. Mi padre tiene veinticinco años y no entiende de mi interés por la escuela ni de mi torpeza con los caballos Mi madre lo mira con recelo Cree haberlo visto en películas antiguas que daban en el viejo cine de Pregonero. Mi padre siempre tuvo veinticinco años Mi madre, quien tiene ahora setenta, viene a traerle café Y entonces mi padre se baja del caballo y guarda su foto en la cartera. II Esta mañana mi padre vino a visitarme Quería saber si los ríos todavía se domesticaban con palabras Quería montar a caballo Comprar un cochino en San Miguel Decir dos oraciones a San Antonio Y tomarse unos tragos con San Benito. Hoy vino mi padre a visitarme Quería saber de los huesos del abuelo Quería recordar el canto de algunas aves Habló de un extraño contrabando de navajas pico ‘e loro Después se quedó en silencio por un largo rato Al marcharse Mi padre tenía la sensación de haber realizado un largo viaje. III Mi padre me envía en busca del caballo Desde el río observa contrariado El caballo desea jugar No quiere nada con lazos Corre dando vueltas por el potrero Cansado me detengo a llorar Vicenta entonces abandona su fogón de leña y viene a consolarme Su cuerpo cálido me alivia Vicenta permite que yo duerma en su falda de aliños Yo viajo por lugares desconocidos y eternos como los que a veces imagino desde la ventana de mi escuela Al despertar Vicenta se impulsa en sus poderosas piernas monta al caballo en pelo y se van a juguetear como dos viejos amantes Años después durante algunas noches Vicenta y el caballo de mi padre quieren jugar
AVIS RARIS al Poeta Gilberto Ríos, in memoriam Por las tardes al tañido del Ángelus mi corazón se vuelve surco, huerto, campiña y me veo campesino suspendiendo la faena, cabeza inclinada y sombrero en pecho. Por las tardes un suave viento acaricia los árboles y colma de paz todos los rincones Un azul ángel alimenta los cansados bueyes y Dios nos ofrece un sorbo de agua. Por las tardes pósanse las gracias en este cultivo abierto donde vienen sin temor a jugar con las semillas unas extrañas aves, mis amigos.
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