Francisco Díaz Velázquez

Mínimas y coplas

 

Julio Romero de Torres: Contrariedad

 


I. MÍNIMAS



ANTE LAS MÍNIMAS DE FRANCISCO DÍAZ VELÁZQUEZ

Hay mínimas que son máximas.
Las verdades de la vida,
Tan oscuras y tan claras.

FERNANDO ORTIZ


MÍNIMAS 1 Se asomaba a la ventana de sus sueños y veía lo que le daba la gana. 2 ¡La felicidad...! Cuando está no estoy, cuando estoy no está. 3 Estando despierto soñé haber nacido y soñé haber muerto. 4 No sé qué me ocurre con los espejos: en unos me miro y en otros me veo. 5 ¡Qué amarga es la soledad! Es verdad... y no es verdad. 6 Un rompecabezas: al pasar los años la memoria queda. 7 Se fue a una montaña. Lo sabía todo, no decía nada. 8 Aquella mañana me miré al espejo: no me vi la cara. 9 Un sueño dentro de un sueño, delirios de la razón... La verdad no tiene dueño. 10 ¡Hago lo que quiero! -Decía una hormiga en el hormiguero. 11 Lo bueno que tiene la vida es que pasa pronto y pronto se olvida. 12 Un laberinto de espejos en donde sólo encontré nieblas, sombras y reflejos... 13 ¡Lo que te da la gana...! Di que haces, como todos, lo que Dios manda. 14 Antes de volverse loco dijo que al fin veía claro y que lo entendía todo. 15 Para el gusano de seda el universo consiste en su hoja de morera. 16 Como en un espejo: al mirar el mundo nuestros sueños vemos. 17 Al mirar las cosas nos tapa la luz nuestra propia sombra. 18 Ese digno caballero es en realidad tan pobre que sólo tiene dinero. 19 Que, si bien se mira, la verdad es simple: la vida es mentira. 20 Sólo se recoge lo que antes se siembra. Si fuera tan fácil lo haría cualquiera. 21 En la mar de veras nunca sopla el viento; no sirve la vela de tu pensamiento. 22 Sabe lo que pasa. No le preguntéis; se quedó sin habla. 23 Tened los ojos abiertos, que mientras que dura el sueño hay que andarse bien despierto. 24 Como el regaliz: pequeño el arbusto, larga la raíz. 25 ¡Cerrad bien las bocas! Silencio y secreto: ésas son las gotas que horadan la roca. 26 El colmo de la soberbia: se sentía el más humilde de la tierra. 27 ¡Quién fuera como las flores, que despliegan para nadie su abanico de colores! 28 Al borde del precipicio: detrás la afilada espada, delante el profundo abismo. 29 ¡Qué milagro! Si cierro los ojos te tengo a mi lado. 30 ¡Quién pudiera hacer que fuera mentira lo que verdad es! 31 La vida es muy corta. La vida es muy larga. Dos grandes verdades. ¡Qué cosa tan rara! 32 Se tomó la vida en serio y consiguió ser el hombre más rico del cementerio. 33 Su ambición era tan grande que sólo le interesaba lo que no puede comprarse. 34 Cosas raras de los hombres... Buscando entre los más ricos encontrarás los más pobres. 35 Mocita de barrio: qué linda tu cara, qué alegre tu paso... 36 (En recuerdo de don Antonio Machado) En el naranjal escuché a los grillos soñar y cantar. 37 En la tarde quieta el cielo tenía color de violeta. 38 Al fondo del arroyuelo un pececillo relumbra como si fuese de acero. 39 Silencio azabache. La plata de un pez relumbra un instante. 40 "Que tus deseos se cumplan". Ésa fue su maldición. ¡Qué lista era aquella bruja!
II. COPLAS

 

LAS COPLAS FLAMENCAS DE FRANCISCO DÍAZ VELÁZQUEZ

 

Pocos autores cultos han escrito buenas coplas de sabor popular: Ferrán, Bécquer, los Machado, Montesinos, Salvago... Escribir una copla es arte de difícil sencillez, sutil y delgado refinamiento que consiste en trazar una indeleble raya en el agua, en tejer el viento de la tarde en la delicada malla del verbo... Y, así, unas breves líneas pueden quedar vibrando en nosotros, porque su aldaba nos ha golpeado con fuerza.

En estas breves líneas suele haber una imagen. Una imagen memorable, casi arquetípica, que ejemplifica en instantáneo vislumbre la alegría, el sufrimiento y las ilusiones de toda una vida, toda una vida que es todas las vidas.

Debe haber también, para que nada falte, misterio. ¿Recordáis al Conde Arnaldos? ¿Recordáis la respuesta del marinero, cuando aquél le preguntaba por su cantar?

Yo no digo mi cantar
sino a quien conmigo va.

Misterio, refinamiento, imagen súbita o cuchillo repentino que nos hiere hondo, he aquí los sencillos elementos con los que Francisco Díaz Velázquez compone sus coplas.

FERNANDO ORTIZ



COPLAS FLAMENCAS
1 Lo tuyo no tiene arreglo; habiendo tantos colores tú sólo miras lo negro. 2 Cuando paso por tu vera los ojitos de tu cara brillan como dos candelas. 3 Yo me voy a volver loco: me estás matando a disgustos, primita, poquito a poco... 4 Te enamoraste de otro; cogiste tú el caminito y a mí me dejaste sólo. 5 He pasao grandes duquelas, yo me he visto en el invierno sin techito y sin candela. 6 Tú te tienes que quedar sentadita en tu ventana mirando el tiempo pasar. 7 No me puedo confiar: yo tengo por compañera al Ministerio Fiscal. 8 En la soledad del campo una casita muy chica con cuatro muros muy blancos. 9 En un calabozo estrecho me pasé toda la noche despierto y mirando al techo. 10 Yo me enamoré una vez y no me quiero acordar de lo mal que lo pasé. 11 Me cogió la policía: como no tenía papeles fuimos a comisaría. 12 Yo sé bien lo que es la vida: de cinco calles que tiene, cuatro llevo recorridas. 13 El barbero de la cárcel calentaba en un cacillo el agüita pa afeitarse. 14 Tú quieres tenerme a mí el día entero de servicio como la guardia civil. 15 Con un cubito de agua apagaba por las noches los carbones de la fragua. 16 Como en la plaza de toros esta gitana me ha dao un pase detrás de otro. 17 Permita Dios que te veas lo mismo que yo me he visto: llorando solo en la calle como si fuera un chiquillo. 18 Te quiero de tal manera que mi corazón parece una ascuita de candela. 19 Por la tarde ella regaba las macetas de albahaca que tenía en su ventana. 20 ¡Qué trabajoso es hablar contigo, que siempre tienes la escopetita cargá! 21 Y ahora... ¿dónde estarán aquellos ojillos negros que a mí me hacían suspirar? 22 Pa mí el mundo se acabó el día que te vi en la calle del brazo de aquel gachó. 23 Se ponía en la cabeza un ramito de jazmines con una horquillita negra. 24 Mira qué pena llevaba que los grillos del camino a mi paso de callaban. 25 ¿Cómo quieres que te quiera si tú me has hecho pasar el purgatorio en la tierra? 26 Por la calle la encontré y se le puso la cara como un pliego de papel. 27 Al amanecer del día gotitas de diamantes las amapolas tenían. 28 A compás de bulerías hasta la pena más grande se convierte en alegría. 29 ¡Mira qué pena tendría...! Vasitos de vino dulce a vinagre me sabían. 30 Se tomó la vida en serio y llegó a ser el más rico de toíto el cementerio. 31 Cuando salí de Herodes caí en Pilatos; que al que no quiere coles le dan dos platos. 32 En el tesoro, niña, de mi memoria guardo hasta tus mentiras como una joya. Que en mi tesoro las monedas de cobre se vuelven de oro. 33 Mi candil no tiene aceite, no queda sal en mi casa, el cántaro se me ha roto, se ha derramaíto el agua. 34 Tres sitios hay en el mundo que yo no quiero pisar: las cárceles, los cuarteles, primita, y el hospital. 35 Se coge lo que se siembra dicen los sabios doctores. Pero hay también malas hierbas que nacen entre las flores sin que las siembren los hombres. 36 Maresita mía, qué mala gitana: yo de rodillas la llamé llorando, no volvió la cara. 37 La vida es muy larga, la vida es muy corta, como se trata, primita, de un sueño el tiempo no importa. 38 Me paso llorando la noche y el día: estas duquelas que me están matando no las merecía. 39 Me levanto y miro cómo sale el sol porque se salgan las arañas negras de mi corazón. 40 La vi por la calle, me volvió la cara. ¡Ay, maresita, qué trato tan malo me da esta gitana! 41 Cuando yo me muera quiera Dios que sean las estrellitas de tus ojos negros lo último que vea. 42 TANGOS DE LA SULTANA Rasgueando las cuerdas de su guitarra un sultán se quejaba de su sultana. Son dos pozos de estrellas tus ojos negros y una noche sin luna tu negro pelo. A matas de romero huele tu cuerpo: no hay en la tierra mora jazmín más tierno. Siendo un rey poderoso soy un mendigo si me faltan las llamas de tu cariño.


 

Cabecera

Portada

Índice