Enriqueta Arvelo Larriva

Voz aislada

Selección y nota de David González Lobo


 

Armando Reverón: Desnudo

 


 

 

ENRIQUETA ARVELO LARRIVA. LA VOZ LABRADA.

 

 

Como toda gran poesía, la de la venezolana Enriqueta Arvelo Larriva, Barinitas 1886, Caracas 1962, es un viaje atentísimo por el cosmos interior del hombre. Un viaje para encontrar las metas móviles, las únicas que realmente importan en poesía-vida, el fulgor.

La intensa lluvia, la abundante vegetación de aquella Barinitas prácticamente aislada en la que permaneció EAL hasta 1946, la relación con una familia rica, venida a menos por las tropelías de la dictadura del general Juan Vicente Gómez, las figuras literarias de varios de sus familiares y, como una sombra, la de su hermano poeta modernista y revolucionario, Alfredo, ella correo político en su infancia, maestra, enfermera, ama de casa y útil para todo, ávida lectora de los clásicos de nuestro idioma, y el gran deseo de marcar su impronta, de acompañar su soledad con su voz personal, labrada y relabrada con total pasión y acabadas formas, son las hendijas por las que aquella mujer comenzaría a entretejerse una voz, una sedienta y particular.

“Inquieta y sumisa, me quedé en mi voz”, dice en el poema “Destino”, pero esa sumisión no puede confundirnos. Hay en la poesía, en la prosa y en las cartas de Enriqueta, después de los primeros poemas circunstanciales y anecdóticos, hasta al fin de su obra una plena conciencia moderna de que persigue una meta vital y poética que hay que hacer y rehacer y en la que el esfuerzo, la paciencia, y la inconformidad lo dictan todo y lo reelaboran todo, como en un ciclo vital: “No me des nada.../ Pero déjame intuirlo todo”. ("Sería la advenediza").

Este saberse destinada a escribir las sencillas y a la vez las grandes palabras, las del mimo de lo mínimo ontológico y del paisaje internalizado, el paisaje sujeto, los altos y bajos sentimientos (todo tocado por una respiración entrecortada que aspira en su seguridad al movimiento de la duda y el desconcierto), es una constante en todos los temas que atraviesan su poesía: en el amor trunco o las tibias pasiones de los otros: “Y descanso en la fuga de tus ojos vencidos./ Y soy ligera y simple, como hilos sin perlas;/ ágil como la gota del borde.” ("Llegas"); en el viaje metafórico: “En el velero suelto/ me di al agua llamante./ Avancé” ("Virada"); en el esfuerzo y la paciencia para encontrar su voz, su lugar en el mundo, ella la desheredada: “Aquí está la laguna tremenda, verde./ Aquí está, cerca de la palmera limpia,/ concentrando su hálito,/ armándose en mansedumbre,/ cerrada a los reflejos fieles,/ voluptuosa en su lento burbujeo” ("Laguna"); en los relámpagos que conforman la duda: “Un día ileso./ Bajo azul, sobre verde./ Entre las gentes./ La bondad entera de un día, de un sol.../ ¿Lo cifraría mi gesto?/ Bebí en el aire lluvia breve, fortuita,/ y aún no sé si soy ágil.” ("Temas en la carencia del día ileso"); en lo particularísimo de la materia del poema: “Pájaro pequeñísimo, que recién nacido me dieron,/ cómo me causó asombro/ ver tu implume y breve cuerpo/ la vida tan perfecta,/ que ya alzaba tus alas/ en ensayo del ensayo del vuelo.” ("Tú, el minúsculo"); en el miedo ante la vida: “En pleno campo/ asaltóme el miedo./ Y me inquietó el trino claro/ y el emboscado ruido./ El sol en acción,/ la tendida sombra./ La quietud del tronco,/ el estremecimiento de la rama viva.” ("Miedo"); en el deseo grande de vivir en absoluta entrega: “Ahora estoy ávida de los grandes cargamentos,/ de los pesados, crujientes y resinosos cargamentos./ De los que se perfilan,/ y de los que bosquejamos en lo blanco/ Pienso en los otros, en todos.” ("Retiro de lo estrecho y delicioso"); en la conciencia del paso del tiempo, su finitud: “Y de pronto/ el desconsuelo me muerde la carne estremecida del ánimo./ Todos los días pasarán perdidos y lentos.” ("Líneas de primera lluvia"); en la guerra interior por abrazar la heterogeneidad de voces: “No supe quién me lo dijo./ .../ No supe quién me lo dijo./ No corrí tras los detalles/ cuando oí lo infinito./ .../ En ese instante se hizo en mí lo armonioso./ Lo que oí va eterno y limpio.” ("Balada de lo que oí"); en la soledad como almácigo de la creación: “Gracias a los que se fueron por la vereda oscura/ moliendo las hojas tostadas./ A los que me dijeron: espéranos bajo ese árbol./ .../ Gracias a los que se fueron a buscar agua para mi sed/ y me dejaron ahí/ bebiéndome el agua esencial de un mundo estremecido./ .../ Ahora voy indemne entre las gentes.” ("Emoción y ventaja de la probada profundidad") o: “En el aire ancho y aromado ha ido sola mi voz./ En vano busqué ansiosa./ Todas las voces se habían ido./ Ahuecaba mis manos y lanzaba mi voz./ Y salía a recogerla yo misma.” ("Suma de la voz aislada"); en la libertad: “Toda la mañana ha hablado el viento/ una lengua extraordinaria./ He ido hoy en el viento." ("Toda la mañana ha hablado el viento"); en la pasión contenida: “Me acerqué a candelas de bosques intensos/ y una chispa leve en mí escondió el viento." ("Caballo de fuego"); la memoria activa: “¿Quién sabe si mañana vivirá todo en la tabla?/ ¿Quién sabe si labraremos –fecunda acción- lo salvaje”. ("Los troncos en viaje").

Así también lo vio Carmen Mannarino. “La obra poética de Enriqueta Arvelo Larriva es la síntesis de una entrega. Buscar la propia voz en secreta labranza y permanecer a la espera de su maduración hasta que connotaciones y cadencias respondieran a la proposición de palabra divergente”. Otra actitud moderna y fundacional, que se une a su ontologización del paisaje (“Enriqueta nos enseñó a ver el paisaje a través de una “hendija, conectándonos con esa “Inmensidad íntima” de la que habla Bachelard en su Poética del espacio, donde la inmensidad del mundo, del llano en su caso, es evocada gracias a los movimientos interiores del hombre...”.-Igor Barreto) de la que habla y que la distancia en gran parte poesía venezolana de La generación poética del 18 (Neptalí Noguera Mora), en la que se quiso clasificar su primera producción.

EAL recogió su obra poética en los libros El cristal nervioso (1922-1930), Voz Aislada (1930-1939) y Mandato del Canto (1944-1946) y en un gran número de periódicos y revistas. Póstumamente se publicó su volumen Poemas Perseverantes.


 

 

LLEGAS 


Llegas. Tus ojos vienen firmes. 
Gallardos, con las armas de los internos fuegos. 
Yo quiero ser sencilla como el hilo sin perlas, 
ágil como en la copa es la gota del borde.

Yo quiero ser sencilla, pero tú me complicas 
alzándome a una estrella trémula e invisible. 
Yo quiero ser sencilla. Y me colmo de quiebras, 
y soy un laberinto y mi clave se pierde.

Quiero el ritmo sereno y mi inquietud florece. 
Y la flor indecisa, con hojas asustadas, 
desploma tu firmeza.

Y descanso en la fuga de tus ojos vencidos.
Y soy ligera y simple, como el hilo sin perlas;
ágil como la gota del borde.


SERÍA LA ADVENEDIZA Señor, no me des ya la dicha. No sabría manejarla y con ella iría cohibida como una nueva rica. Déjame ir tranquila, sin las cosas, fútiles para otros, que fueran tempestades en mi vida. No me des nada... Pero déjame intuirlo todo. Deja sin aherrojar mi sentir, deja que lo glose mi voz. No me hagas nueva rica de la ventura. Sería la advenediza sin elegancia. Ya no sé aprender nada y no quiero perder mi gracia y mi aplomo de desheredada. (De El cristal nervioso, 1922-1930)
DESTINO Un oscuro impulso incendió mis bosques ¿Quién me dejó sobre las cenizas? Andaba el viento sin encuentros. Emergían ecos mudos no sembrados. Partieron el cielo pájaros sin nidos. El último polvo nubló la frontera. Inquieta y sumisa, me quedé en mi voz.
CONFESIÓN En pleno campo asaltóme el miedo. Y me inquietó el trino claro y el emboscado ruido. El sol en acción, la tendida sombra. La quietud del tronco, el estremecimiento de la rama viva. Y corrí sin ley. Me llevaba el miedo. Las cintas filosas de un cañal tupido me hirieron el rostro. Corría de miedo. Y nadie lo supo. Y me avergüenzo.
LÍNEAS DE PRIMERA LLUVIA Yo tenía sed de esta lluvia tendida y fuerte de estreno. Irrumpió en la madrugada propicia como sonante invasión revolucionaria. Y me levanté temprano, con calofrío delicioso, por ver caer el agua nueva sobre la tierra soflamada. El chorro de la canal de la casa me bañó con violencia graciosa. Mi sangre y mi alegría se rizaron bajo el agua desatada que calmaba la angustia de la tierra. He charlado del llover con los chiquillos vecinos. Me he sentido infantil el gesto. Sonó niña mi voz cuando detuvo el paso de los muñecos vivos que pugnaban por mojarse. Y de pronto el desconsuelo me muerde la carne estremecida del ánimo. Todos los días pasarán perdidos y lentos.
TÚ, EL MINÚSCULO Pájaro pequeñísimo, que recién nacido me dieron, cómo me causó asombro ver en tu implume y breve cuerpo la vida, tan perfecta, que ya alzaba tus alas en ensayo del ensayo del vuelo. Mas fue mayor mi asombro cuando estuviste plenamente quieto. Confunde ver la inmensa muerte entrar toda en un mínimo cuerpo. Y aún me diste otro asombro: tú, el minúsculo en la vida, crecías hasta parecerme un gran muerto. Caído en mi mano, con sudario de luz de tarde, crecías ante mis ojos abiertos y mudos. Crecías en la nada como si fueses por lo eterno.
BALADA DEL ENSUEÑO PROPICIO En la noche negra compraré un ensueño. No un ensueño dulce. El ensueño suave me despierta inquieta. Compraré un ensueño sin gastar moneda. Daré pulso brioso, galope de arterias. En la paz nocturna soñaré mi guerra. En la calma oscura una lucha recia. Un tremendo ensueño en la sombra quieta. Y al sonar lo claro me sentiré serena.
BALADA DE LO QUE OÍ No supe quién me lo dijo. El acento, divino. No supe quién me lo dijo. No corrí tras los detalles cuando oí lo infinito. No supe quién me lo dijo. Lo oí. ¡Dichoso el oído mío! En ese instante se hizo en mí lo armonioso. Lo que oí va eterno y limpio. Y qué tremenda la gracia de no saber quién me lo dijo.
VIRADA En el velero suelto me di al agua llamante. Avancé. Ya avisté las aves y el gajo. Ya siento la fuerte cercanía de la tierra en espera. Soplan vientos mezclados. Viene a la barcarola un ritmo oscuro. Cambiaré el rumbo. Cambiaré el rumbo y llevaré en el barco la costa que no vi.
EMOCIÓN Y VENTAJA DE LA PROBADA PROFUNDIDAD Gracias a los que se fueron por la vereda oscura moliendo las hojas tostadas. A los que me dijeron: espéranos bajo ese árbol. Gracias a los que se fueron a buscar fuego para sus cigarrillos y me dejaron sola enredada en los soles pequeños de una sombra olorosa. Gracias a los que se fueron a buscar agua para mi sed y me dejaron ahí bebiéndome el agua esencial de un mundo estremecido. Gracias a los que me dejaron oyendo un canto enselvado y viendo soñolienta los troncos bordados de lanas marchitas. Ahora voy indemne entre las gentes.
RETIRO DE LO ESTRECHO Y DELICIOSO ¿Por qué me das esa fruta madura? ¿Por qué me ofreces tu cuchillo de plata? Ya no quiero cortar mi ración de pulpa fragante. Ahora estoy ávida de los grandes cargamentos, de los pesados, crujientes y resinosos cargamentos. De los que se perfilan, y de los que bosquejamos en lo blanco. Pienso en los otros, en todos.
TODA LA MAÑANA HA HABLADO EL VIENTO Toda la mañana ha hablado el viento una lengua extraordinaria. He ido hoy en el viento. Estremecí los árboles. Hice pliegues en el río. Alboroté la arena. Entré por las más finas rendijas. Y soné largamente en los alambres. Antes -¿recuerdas?- pasaba pálida por la orilla del viento. Y aplaudías.
LAGUNA Aquí está la laguna tremenda, verde. Aquí está, cerca de la palmera limpia, concentrando su hálito, armándose en mansedumbre, cerrada a los reflejos fieles, voluptuosa en su lento burbujeo. ¿Habré de ir, sin música, sin gloria, leal, fatal, nublando cuadros lindos? Aquí está la laguna tremenda, verde.
EXCLAMACIONES PARA SALMODIAR EL PAISAJE No hay caballos para tirarles sillas de montar y piernas de llaneros. Un sol sin pautas se tiende sobre huellas de inundaciones. ¿Dónde estará la bandera viva de los pastos? Se maquillan los rostros para el final, frente a espejos verduscos. Los ganados, marchan indefensos hacia paraderos minados y prueban la pena de lamederos desabridos. Están muertos los rieles soñados estampados en las distancias. Los niños despiden suspiros seniles. Los niños no aprenden los colores en sus vestidos. ¿Dónde estará la bandera viva de los pastos? Un pájaro dobla una rama con su gran anuncio de canto. ¿Por qué? Subiré a la empalizada borrosa por ver si viene lentamente una brisa.
LOS TRONCOS EN VIAJE Viajan los gruesos troncos de árboles. Los trozos de troncos. Callados lloran el corte. Les pregunto: ¿qué fue de las ramas y de los pájaros? ¿Quién vió extinguirse la sombra y abatirse las flores? ¿En qué enreda la brisa? Quién sabe si mañana vivirá todo en la tabla. Quién sabe si labraremos -fecunda acción- lo salvaje.
TEMAS EN LA CARENCIA DEL DÍA ILESO Si viniese un día bueno, ¿lo cifraría mi gesto? ¿Mi voz sonaría húmeda, con alas, con luces? Un día ileso. Bajo azul, sobre verde. Entre las gentes. La bondad entera de un día, de un sol. ¿Filmaría mi lengua palabras superadas o se haría torpe en el saboreo del día intacto? (Orillas de día. Hilachas de días. Lindas. Hojas de las rosas de horas claras. Tantos días tronchados, mezclados). Un solo día. Un día de gran radio. Un día simple -carrera de minutero temprano, alto de siesta, la tarde toda-. ¿Lo cifraría mi gesto? Bebí en el aire lluvia breve, fortuita, y aún no sé si soy ágil.
INSTANCIA FRENTE A UNA SABANA AMANECIDA Sin compartimientos la sabana. Únela un azul esponjoso, medio dormido. El azul borró los pajonales y los árboles y los desnudos trechos de suelo barroso y los espejos falseadores y el ensamble con el cielo. Está sin compartimientos la sabana. Háblame ahora, llano. Llegará a mi raíz tu voz sin grietas. Siento mis oídos más míos cuando escuchan tu mundo. Dime, Llano, lo que en ti vaya más tierno. Amanecí ansiosa de tu "última hora". Llevas el alma desangrada y viva. Estás derrotado y vivo. Quiero oírte en tu azul englobante. Háblame. Sabré responder a la voz de todas tus voces en la hora inocente. Respetaré -tanteando- tus pájaros y tus ingenuas flores y haré en tu anchura conscientes trazados de augurios. Háblame, Llano. Húndeme tu acento.
SUMA DE LA VOZ AISLADA En el aire ancho y aromado ha ido sola mi voz. En vano busqué ansiosa. Todas las voces se habían ido. Ahuecaba mis manos y lanzaba mi voz. Y salía a recogerla. Yo misma. Qué dolor desolado, agrupadas voces, el de no tener la voz compañera. En el ámbito soleado y ciego, en la zona sin voces, sobre la grama desmandada, he ido presente por caminos que no me oían. (De Voz aislada, 1930-1939)
COLMENA ¿Llamó la soledad a las abejas? ¿Por qué escogieron esta oscura horquilla? ¿Pidió el retiro zumbadora masa? El espeso murmullo no responde. Es murmullo acoplado a la tarea. Un panal de respuestas, puras, claras, cabales, desasidas, irá cuajando el bronco escondimiento. Hasta la horquilla sube la sonrisa. Ya es hecha miel soñar el saboreo.
MANZANAS Por las cándidas cuestas, en pacas sin letreros, han mandado manzanas las vecinas alturas. Viajó en pasitos lindos de campanilla diestra el formidable aroma. La mesa es casi el árbol. Rayo de sol cubre las frutas. Del sol sensual y ardiente que las amó en su huerto. Mas ellas no viven ya sus besos, tan sólo les importa la herida de la muerte. Se enrojece el olor al ras del mediodía. Y en un cuchillo artista van mis potros de gusto: los robustos y finos, los de sentidos y alma, los de arrancada loca y lúcido galope. (Aquellos que quisiste domar, pujante tono.) De los ojos de siesta unas letras caen. Rosa rosácea me cubre de violeta. A mi flanco se ahoga una tabla de náufrago y me torno viajera de países profundos. De zona en zona ando por el hundido piso hollando transiciones en fronteras sin marca. Van corriendo manzanas al borde de la muerte. ¡Son manzanas de vida que van por lo soñado! Suspiran por salvarlas mis inmóviles brazos.
REVER Ramillas trascendentes de rotas albahacas. Ala de golondrina que en voluntad regresa con sacudida pluma. Ola que va buscando la abandonada roca para mojarle dulce la gracia de firmeza. Sintética ceniza tan joven como el fuego. Girasoles que cubren alcances olvidados. Es mi rever humano. Y ni una sombra me cierra su camino.
CABALLO DE FUEGO Me acerqué a candelas de bosques intensos y una chispa leve en mí escondió el viento. La chispa me dio caballo de fuego. Lo colmé espontánea de forraje nuevo. Corría en mis venas, se paraba en seco. El desgaritado le llamó mi acento. Le busqué mimosa y abracé su cuello si a ajustarle iba el bozal más recio. Tornábalo adusto fogoso deseo. Lo herraba mi mano con su calor tierno. !Caballo encendido, le grité en secreto, no te puse sueltas y yo gusté el freno! El caballo un día salió por mi aliento y volvió cansado del hueco paseo. El sol le tiñó el pajonal seco, más el perseguía lo que hierve fresco: borlas de verdor después de febrero con sol y garúa y quemado suelo. Escarbaba fijo aquel casco terco. Suave se movía mi almácigo eterno. Vibro hoy sin sentirme jazmín ni lucero, en el alma enhiesta un sabor terreno. Libre del nevazo que sigue al incendio. Disfrutando aroma sin daño de tedio. A cálida hambre di forraje fresco. Trepidante brío sembré de sosiego. No muero en ceniza ni en dejado leño. Y así me has tomado, amor de universo. (De Mandato del canto, 1944-1946)
CASA DE MI INFANCIA Casa ancha, alta, pura, antigua propiedad de vellones y piedra, quiero que te amen mis amigos. Yo andaba por ti como por una ciudad y extraña y conocía todos tus llanos y tus quiebras, toda tu luz, todo tu aire, todas tus penumbras. Conocía los detalles de tu cielo y tus muros. M e asomaba a todas tus ventanas, un instante, a ver nada, a gozar la existencia de ventanas y a entreabrir los labios contra el viento. En tu patio, espacio doméstico y pradera, guiaba mi vida por los tonos de las malvarrosas; con tierna saña pisaba las mimosas por dormirlas y apretaba la cápsula de los caracuchos para admirar su humano fruncimiento; mojaba el pie cálido en el arandel de la astromelia donde recortaban su exilada sed los güiriríes y veía con unción la cola cerrada de los pavorreales. Me placía en tu cuadra el temblor reluciente de la piel de los caballos y me entusiasmaba en tu hogar el fuego sonante, desnudo, sin azules, retorcido por soplos heredados. Me exaltaba el florar y el morirse de tus lámparas, les soñaba imágenes a tus sólos espejos y asustaba a los duendes detrás de tus cortinas. Oh tus corredores, derramados como mis ríos. Pistas de mis desboques turbulentos. Por ellos iba a gusto tras el cabello recién bañado de mi madre. Amaba a mi madre, mas a veces ella era para mí sólo una palidez nimbada. Mi padre, no. Mi padre fue siempre el hombre, verdadero, fuerte, erguido, sin aureola.
EL ODIO No quiero mirar hacia ese sitio; ahí está el odio. Tiene los ojos curtidos de mal fuego. Lo esquivo. No quiero saber siquiera cómo hace sus incendios. No quiero ver su factoría. Le rehuyo abiertamente. Y yo no soy su blanco.
SITUACIONES DE LA ESPIGA 1 Sol de comienzo canta en valle puro, lucen azuleantes los verdores, hay rompientes aromas. El anhelar nace ligero y listo: ave soltada, con gozosa hambre. La espiga se destaca, amaneciente. Asirla es el impulso vigoroso. Asirla, con la mano batiendo entre las brisas. Asirla sin recelo. Está la espiga en valle de rocío. 2 El bosque sumergido en zumosa tiniebla cuartéase de almizcles frenéticos y densos. La espiga está madura, madura e invisible. Y la busca la sed de bravo viento, la sazonada ansia. La espiga está en el bosque de astros enterrados. Y el anhelo no acierta entre mazos de sombra. 3 Huir, sobrellevando el desgajado impulso, huir de lo medroso con el valor intacto, huir ante los ojos que lloran lo quebrado. Desde las crines del caballo muerto, huir hacia las formas aéreas de las aguas y ser infancia asida a la falda más tierna. En un bloque de nubes afíncase la espiga. Vibran gajos de ímpetu. (De Poemas perseverantes)


 

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