Esther Garboni

Poemas

 

Jandro López: Cerca de llegar (2008)

 



VERANO DE 1930, VUELTA A CASA


				(Homenaje a Vicenta Lorca Romero)


Y se comió con piel la Gran Manzana,
a grandes lametazos, viendo, triste,
el flujo de la sangre en las aceras,
dolorosas sin luto y sin un nombre,
mercantiles, impúdicas, borrachas...

Compró una aurora rota en Wall Street,
oyó a la tierra fermentar de asco,
tomó fotografías de los ecos
que el ruido crucifica en las vidrieras
y calculó desproporciones áureas
en las formas que toma la obsesión
por lo excesivo. No quería un mundo
tan grande, ni tan hondo un mar. Cedió
a tanta desmesura. Tomó un taxi.

Y ha vuelto, sin maletas, a la vega,
al tiesto de arrayán, al pozo sabio.
Desgranando certezas, a la sombra
de un patio de geranios, me ha pedido
un vaso de agua fresca para el alma
y en su silla de anea y de paciencia
me ha dejado el relato de su andar.

Vendrá un definitivo y negro agosto
quebrando juncos, de dolor tiñendo
los campos bajo un sol apocalíptico,
pero ahora... Silencio, no despierten,
con su curiosidad y sed de lunas,
no al hombre, sino al niño que dormita
soñando, al aire libre, con jazmines.


				(Homenaje a la Generación del 27, Ateneo de Sevilla, 2008) 


EN EL DÍA DE LA FECHA Doscientos y un días. Uno es el final. Con la corriente baja gritando, como una noticia volandera, los nombres de los muertos. Yo estoy en esa lista. Por los pasillos se arrastra la tormenta y en la puerta nadie espera. El sol de los alegres me cierra las pupilas. Yo estoy en esa lista y mi nombre ya no me asusta. Uno es el principio. ENCINA CENTENARIA Dame tu sombra fiel en esta tarde de agosto en que ya nadie queda. Dame el cobijo silencioso y sincero de los hermanos. Dame tu risa fresca que canta al viento y al alma ampara. Dame la vida, dame... Prometo, a cambio, ser la voz que te falta. ARS AMANDI Obedezca mi piel a los sentidos y venza mi saliva el crisol de tu cuello que, como caramelo, habrá de deshacerse lentamente en mi boca. Que dance tu latido entre los pliegues de mis ansias y, por mi infierno, fieras palomas vuelen al paso de la noche; pues, sin permiso, antes de que amanezca habré bebido ese licor amargo que ya con estos ojos hoy he saboreado. ARQUEOLOGÍA Mientras escribo, llueve sobre restos de civilizaciones enterradas a mis pies, bajo el peso de los siglos. Son las seis de la tarde de un cansado domingo y pareciera que ya nadie respira tras el ácido cristal que, empañado en tu aliento, dibujara efímeras sonrisas y mentiras cuando el tiempo tu prisa no traía. La luz, difuminada, de la tarde me borra los contornos y los puntos cardinales. Bajó el norte. Bajó hasta esta coordenada, convirtiendo en agua destilada nuestro vino, derrotando acequias a su paso, mutilando la sombra de tu nombre. No hay contraluz en esta escena póstuma, ni el peso cenital de la agonía me deja ver lo que de ti me queda. La ciudad languidece, amordazada, este dos de noviembre que se extingue como el siglo. Perdón, te escribo, mientras llueve sobre ánimas de piedra, soberbia arqueología que soporta el peso y la derrota. Anfiteatro de la culpa y el trágico castigo. QUERENCIA Ya no hay cigüeñas que al paso nos vigilen; con ellas se marcharon palabras que en tus labios dibujaban sonrisas que a mis ojos ofrecían mensajes que secretos tristes eran. Ya no hay cigüeñas que aniden en tus manos y, a las horas en punto, vuelen como campanas alegres tras la niebla. En migración, también nuestras aladas promesas se marcharon sin brújula, sin norte ni destino. Quién sabe si otro otoño vendrán con la estación, cruzando otras fronteras, en busca de tu voz al mismo cielo. ALBORADA Ella robaba al tiempo calendarios. Él desandaba los caminos. Dormidos en los brazos de la última palabra, navegaban de un mar a la deriva, sin tabla de promesa a la que asirse. La noche era de espuma entre sus dedos y el cielo amenazaba en alborada. Amaneció deprisa y sin aviso. Se izó en el cielo el desamparo y una luz nueva rompió sus sueños para siempre. Ella llenó de versos su maleta. Él se dejó en el suelo la esperanza. SIN VOZ Escúchame si muevo los días perezosos, soltando el frágil lazo que las mañanas ata a tu cama deshecha. Hago una lista absurda de nombres poco usados, de tipos de manzanas, de canciones, de risas, de momentos, de inviernos... Y te veo dormir. Amo la calle fría que me escondió tus pasos, la piel del árbol seco que me guardó tu letra, de mi zapato izquierdo, el tacón sin aguja, de tu blanca camisa, el botón sin ojal... Amo. Hay cosas que se rompen, para siempre, en añicos. Tus escombros, cansados, no son biodegradables, ni mi memoria un puzzle al que le falten piezas. Tampoco hoy podemos siquiera maldormir. Escúchame, entretanto, si a la muerte desciendo vestida de paisano y, en medio del hastío, aguanto un poco menos. La vida hoy me parece que es demasiado larga, pero tengo las manos temblorosas, los pasos destemplados, y dicen que las voces de mi alma están equivocadas. Escucha en los silencios el dolor de la risa de esa niña que mira con ojos de paloma y no encuentra el camino de regreso a su casa. ¿Oyes la cuerda rota de mi voz? EN TIERRA FIRME Los días mayores son como éste. Hoy somos más viejos que nunca. Pero bajo del taxi y pienso: Nunca seré tan joven como hoy. HORA ZULÚ O tal vez vino, escapado de sueños, en aviones low cost y con jet lag. No hay otra almohada que ese periódico arrugado, con noticias de casa ya caducas. Se tapa la cabeza con su abrigo. Y acaban de sonar las doce de la noche en todo el mundo. (De Tarjeta de embarque, SIM Libros, 2009)
De viento Derviches de Tarifa que en su baile confunden, lisonjeros, con levante al poniente. Girando al son del viento, cantan promesas de otra vida y se asoman sin vértigo, al Estrecho bañado con la sangre de aquéllos que apostaron heridas a un caballo ya muerto. Un hombre hoy se ha lanzado a este mar de lamentos. Perdidas las sandalias, el miedo le ha hecho ciego. De aquí a su tumba sólo quedan apenas dos brazadas de un molino de viento. (Inédito, 2005)


 

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