Daniel Lebrato

Carta humana

 

Piet Mondrian: Place de la Concorde

 


Quería más a la amistad que a los amigos mismos

(André Gide, El inmoralista)


 

1.

Con cariño recibo una carta humana. Venían con su sobre a posarse hasta el buzón. Costaba tanto hacer una carta humana que lo de menos era escribirla. Por pereza, muchas se quedaron en la intención antes que en el tintero. El franqueo, el buzón, la pereza. Cuatro o cinco arcaísmos: ir a un estanco, pegar un sello, la gomina en los labios, una estafeta, un buzón, hacer cola.


2.

Prohibido, si no fuera por un imperativo erótico, de los de aquí te pillo aquí te mato, abrir la carta en la escalera o en el ascensor, romperla con los dedos. Exige su estilete o navajita. Tampoco es plan la carta en medio de faenas y afanes domésticos. Conviene cierta coquetería, ponernos guapos y cómodos, con un vino o similar. La carta es la persona. Abrirla es abrir la puerta de casa. Leerla es como recibir: un acto social y debe hacerse sin prisas. El disfrute que traen consigo las cartas por abrir. Vísperas del sobre, vísperas del gozo. Lujo, complicidad, renovación de un voto, de una secta. La Comunidad de Remitentes.


3.

En esto llegó el antivirus y mandó parar. Llegó el miedo y un outlook cualquiera confunde a nuestro amigo con un delincuente, le da trato de presunto y destroza su carta, por desconocido o por sus datos adjuntos. Encima que nos mandaba alguna foto. Otras veces, hackers o intereses sin escrúpulos disfrazados de nosotros petardean nuestra libreta de direcciones y molestan a nuestros libretistas. Pero los malos son tan torpes que nunca descienden de la lengua del imperio. La importancia de su mensaje nunca es importante, sino important. Por su hello! los conoceréis.


4.

Amigos usuarios se enfadan con nosotros como si tuviéramos la culpa de que nuestro fulanito@arroba lo estén utilizando malvados de otro mundo. Ese viejo usuario que un día en la calle nos dice que recibe muchos correos nuestros. Nosotros, que no le escribimos tanto. Le da apurillo decir lo que de verdad hace con nuestros presuntos correos. Bloquear remitente y mandarnos directamente a la mierda.


5.

Otro prejuicio es que una carta pierde valor porque se haga circular a muchos. Si lo que tengo que contar se lo puedo contar a siete, ¿por qué voy a escribir siete cartas? ¿Qué pierden los destinatarios? Que alguna vez un ser querido sea unknown, undisclosed o undiscovered no resta simpatía. Con tal de que no sea un mail returned, qué más me da. De siempre se perdieron las cartas. De siempre hemos jugado a propósito con esa convención social que es echarle la culpa al correo de nuestra negligencia y olvidos. Reléanse a Julio Cortázar, Cartas de mamá, y felices cartas.


 

Cabecera

Portada

Índice