Daniel Lebrato

[Eusebio Valladares]

-teoría de la lengua-


 

Piet Mondrian: Composición en óvalo con colores planos II

 


La tontería de un catedrático supera todas las tonterías humanas porque es una tontería elaborada artísticamente y merced a grandes estudios.

KIERKEGAARD


 

A EUSEBIO VALLADARES, programador de ordenadores y técnico ingeniero electrónico, le sacaba de quicio que una novia que tenía dijera cada dos por tres Déjame, que estoy ensimismada. Y tanto le desquiciaba que acabó dejándola para siempre. Estarás en-ti-mis-ma-da, Lola, pero en tu boca será en-mi-mis-ma-da, que no te enteras: Yo me enmimismo, Tú te entimismas, Él se ensimisma...

Y no es que la otra no hiciera caso a su novio, que se lo hacía. Lo que no le entraba eran aquellas florituras gramaticales, máxime cuando le pillaban en los estados depresivos en que ella se perdía con frecuencia, no por amor a lo abstracto sino porque había oído que los ensimismamientos eran buena táctica para atraer los cariños de los novios, suspiro va, suspiro viene, ojos en blanco. Todo para que su Eusebio se diera por aludido y diera a ella, de paso, la canelita en rama que andaba pidiendo.

Eusebio Valladares, programador de ordenadores e ingeniero técnico electrónico, llevaba mucho tiempo buscando la absoluta precisión del lenguaje, pues pretendía él que desapareciera toda ambigüedad de la lengua corriente, igual que había desaparecido de la lengua fría y exacta de las máquinas (a las que, según declaraciones posteriores de su ex-novia, quería más que a nadie en este mundo).

Ese afán de exactitud lo conocían de sobra en su oficina de la WOSE (Word System Española), donde tampoco es que hicieran ascos a sus excentricidades, total: inconveniente menor en un hombre como aquél, eficaz y brillante. Conocían su peculiar manera de distinguir y programar géneros. Tecleaba *estudianta y *estudianto, por ejemplo, y reservaba estudiante para nombre genérico. A la inversa, desconfiaba del masculino, y a una compañera en estado de pocos meses le corregía: Tú di que tendrás un *niñe; niña o niño ya se verá.

Ferviente partidario del paradigma [a-o] (clave ALFO en su jerga), disociaba joven en *jóvena y *jóveno, lo que le ahorraba no pocas interferencias (y, la verdad, el absurdo jóvenes de ambos sexos). Mariquita era *mujero, lejos de toda connotación peyorativa. -Que hay palabras grandes divisoras de la Humanidad que son como declaraciones de principios, como si hubiera que estar a favor o en contra de lo que significan, le comentaba a su amigo el académico. Por lo mismo, cuando el lesbianismo tuvo que entrar en sus máquinas, *hombras le hizo el avío y así las programó tan contento. Y eso, sin hablar de sus primeras y aún tímidas innovaciones, hoy comúnmente admitidas. Fue pionero en guardias *civilas, *adolescentas, *elefantos, *ballenos, *ranos, *moscos: pa-labras hijas de un morboso empeño más allá de toda prioridad naturalista.

Su amigo Sebastián Gili, académico dado a picarse un punto en todo lo tocante a su oficio, le hizo notar un día que esa reforma era asunto menor y tampoco tan difícil. Toma la frase "Andrés preguntó a María por qué se había acostado con su madre" y dime qué se entiende, incesto de Andrés o lesbianismo de María. Y me voy, que tengo comisión en la muy docta.

Eusebio Valladares, programador de ordenadores y técnico ingeniero electrónico, anduvo una semana dándole vueltas a la cabeza, las más de las noches sin dormir, vengan diccionarios y gramáticas y guías de programación. Al fin, llamó a su amigo por teléfono:

-¡Ya lo tengo, Sebas! Si Andrés se acostó con su madre de él, la frase debe ser: Andrés preguntó a María por qué se había acostado con su madre. Y, si es María la que se acostó con la madre de Andrés, queda: Andrés preguntó a María por qué se había *acostada con su madre. Y lo escribió por último: Andrés con Madre de Andrés: acostado con *madre suyo; Andrés con Madre de María: acostado con *madre suya; María con Madre de Andrés: *acostada con *madre suyo; y María con Madre de María: *acostada con *madre suya. Y rubricaba su triunfo: ¡Sistema ALFUYO, capullo! Te invito a cenar y lo discutimos. Y lo discutieron, vaya que sí:

-Demás sabes, Sebastián, que todas las gramáticas consideran el género de artículos o adjetivos (presentadores, o determinantes, como decís ahora), lo consideran, digo, rasgo secundario y redundante. Un afán romántico mal entendido nos lleva a decir la niña frente a el niño, cuando lo mismo nos entenderíamos con le por único artículo (le niña/le niño), sin perder por eso información. Ahí tienes a los ingleses, que con the se apañan (the boy/the girl), pasando completamente de lo que a ti, ilustre momia académica, te escandaliza.

-Lo que hay que especificar no es el género de la madre (que siempre será femenino, qué tontería), sino el del hijo. *Madre suyo o *madre suya resuelven lo que el inglés resuelve con his (de él) y her (de ella). Y se terminaría con el ridículo su madre de usted, tan chocante.

"Si me permites la broma, ¿qué más normal que una madre (sustantivo) darle a su hijo (adjetivo) lo que éste no tiene y a ella le sobra? Sea el género marca del poseedor y no del objeto poseído, y en paz. Y en cuanto al raro efecto de oído, cuestión de acostumbrarse: [madre suyo] es igual que [padre suyo], que sí te suena bien, amigo mío. Lo otro, lo de *se había acostada, es asunto banal: ¿Por qué no aceptar esa concordancia (tan informativa), si se acepta en María está acostada (tan redundante, pues María no va a estar nunca acostado...)?

Sebastián Gili Gil, se rindió sin remedio a los argumentos del otro. Ya calaba el sombrero camino de la puerta, cuando le dejó colgado a su amigo nuevos enigmas al filo de la madrugada. Al día siguiente muy temprano -demasiado tarde para él- Eusebio Valladares, programador de ordenadores e ingeniero técnico de electrónicos, llamó a la Word System y excusó su asistencia. -Parecía enfermo -comentaría después la telefonista que atendió su aviso. Echó jornadas enteras procesando los escarceos de Andréspedro: *me había acostado con se madre o *se había acostado con se madre, que desarmaron mal que bien al puntilloso académico, que acabó rindiéndose y pidiéndoles a Sebastián la patente del invento:

-Deja que lleve tu propuesta a Comisión. Como es lógico, tendré que presentarla como cosa mía, ya me entiendes.

Al poco, llamó Lola, que si se rejuntaban y, bueno, salieron y tomaron unas copas, luego de tantos días de encierro y trabajo concienzudo. Pero como Andrés Valladares, ordenador de programadores y electrónico técnico de ingenieros, no paraba de hablar de lo que le venía obsesionando, no soltaba su canelita en rama, la otra, su Lola, terminó ensimismándose para siempre jamás.

Y es que Andrés Valladares, electroneador de programadores y técnico ingeniero ordenático, llevaba meses sin acudir al trabajo, apenas sin salir de casa, al extremo de que en su oficina le habían dado buenamente una excedencia, por tampoco ponerlo de patitas en la calle. Sin novia, sin trabajo, sin sueldo y sin otra compañía que la de su amigo el académico, Andrés Vayadarles, ingeniático de ordenécticos y programador de ingeniadores, acabó absolutamente majara del coco, que diría mucho más tarde Lola Muñoz, su novia de toda la vida, a preguntas de la policía. -Inspector, si usted supiera...!, Policía era para él como un pretérito imperfecto; ¡*polizos les llamaría...

 

* * *


-Lo de ALFO, ALFUYO Y METESÉ es, si ustedes quieren, algo impertinente, pero más por lo pretencioso y complicado de aquellas nomenclaturas, que porque el profesor Gili Gil fuera del todo mal encaminado. De hecho, nos consta que alguna organización feminista llegó a adoptar esos códigos para sus publicaciones y discursos.

TESELA y METESÉ fueron, a juicio de la Comisión, intenciones dignas de tener en cuenta, por más que -la verdad- acabamos saturados con aquellas concupiscencias de Andrés, de Pedro y de la madre que los parió. El resto -hasta el fatal desenlace que nos privó de tan ilustre académico-, el resto, decimos, escapa ya de toda lógica y roza límites nunca acostumbrados en esta casa de paz y buenas letras.

Primera señal de alarma fue aquella vez que saludó al Rey de España con lo de *¡Bienvenida, Majestad!, que nos hizo barruntar que algo andaba mal; y más cuando se presentó a sí mismo con el nombre de Mebastián Gil. Menos mal que don Juan Carlos no reparó en nada, que no se lo tomó por burla y pitorreo.

Otro día nefasto, aquel pésame que le dio a un compañera recién enviudado. Siento mucho la *suerte de su esposa. Peligroso Gili Gil apurando su obsesión por aplicar los campos personales donde ninguna falta hacían. Y es que, para que ustedes lo entiendan, muerte es en su jerga *tuerte si te mueres tú (risas) y *suerte si se muere otro (carcajada general). Y con decirles que nosotros sus colegas le preguntábamos en broma ¿Cómo te va, *Tebastián?, y él respondía tan en serio...!

Averiguó, fíjense, la frecuencia de todas las desinencias del Español, y los que él llamó valores de cambio y de uso de cada una. -Dad, -la, -ero, -illa aparecen en sus disquetes con detalles funcionales que traen sorpresa y raro deleite a quienes, como nosotros, trabajamos por el esplendor del idioma. Sin embargo, varón obsesionado por una idea, tenía que caer en los extremos fatales del rigor y el fanatismo. Por eso, no podemos de ninguna manera justificar aquel apéndice de sus magnas Modificaciones Sistemáticas (1987), donde Gili Gil propone *Seva por Sevilla, *Gijo por Gijón y declinaciones para Teresa en *Teresta o *Terella; o que esta casa fuera una veces *Academia o *Alládemia según le pillase a mano o tardase el autobús.

Con todo, su esfuerzo más notorio fue la versión al Español Homogéneo (ESPO) de títulos de nuestra literatura clásica. Su edición de Don *Quijose de la *Sancha es justipreciada joya para bibliómanos exquisitos, junto al rarísimo Cancionero General ¡sin repeticiones ni estribillos!, empresa semejante a la de "Recuerde el *alsa *dorsida", "En tanto que de *rota y azucena", o aquel Bécquer que preguntaba "¿Qué es *poemía? *Poetía eres tú".

Obras suyas fueron además una Ortografía (1990), un Nomenclátor de Rutas Diversas (inédito), un libro de texto, Español para Escolares (1988), y el opúsculo Castellano llano ya no.

Para hacer esta su Gramática Concordada del Español Homogéneo (GRACO) que hoy les presentamos, Sebastián Gili Gil tuvo que apoyarse en programas informáticos arduos y muy avanzados, todo un fórmula una de ordenadores, si se nos permite la expresión. En vida, el ilustre académico no nos habló nunca de la persona o empresa a que encomendara sus trabajos. En los soportes encontrados -folios, discos- falta toda firma o copyright. La Justicia dirá si, como ahora asegura esa antigua novia del acusado, fue éste, Andrés Vayadarles a Valladares, el cerebro del invento.

Lo que aseguramos a ciegas quienes conocimos a la víctima, es que Sebastián Gili Gil, académico ilustre e intachable compañero, tuvo siempre un cráneo privilegiado hasta que se la rompió este Valladares demencial. Verdad es que el asesino resulta un preso por demás curioso, y curiosa también la forma en que su proceso salpica las paredes de esta docta institución. Aunque domine a la perfección la Jerga del Español Homogéneo, se trata, creemos, del típico envidioso de un sistema que criminalmente vampirizado y aplicado con éxito como suyo le hubiera restituido en el favor de la multinacional de la que, ya saben, llevaba años apartado. La demencia de este hombre queda fuera de toda duda razonable, por mucho que diga esa señora o señorita, e insista él desde la cárcel: -¡Moy inocenme!, me cago en tus tuertos, Tebastián!


 

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