David González Lobo

Poemas

 

Marc Chagall: El gallo

 



Cuando se le cayeron las flores
te acercaste al granado 
ibas acompañado
pero sólo tú lo abrazaste
como a un amigo
que hablase con ternura extrema
como quien encuentra
la puerta que sospechaba

Cuando el viento
abrió las ramas
y viste la corona del fruto
la muchacha era una nube
y todo había pasado

		(a Ramón Palomares)


Hay noches en las que olvidamos las heridas más hondas y la alegría viene casi sin saberlo de lo más cercano y elemental el fuego que miramos como si fuéramos el que lo encendió por primera vez de los pinos que el viento inclina y levanta como una letanía de los animales que dibujan sus sombras entre la hierba agazapados o yéndose al mínimo ruido de la suave brisa del anochecer y de las aves que cruzan buscando refugio y que anuncian la costa y la aventura marítima Nada habla del dolor ni de sentimientos bajos Entramos en el coche y la carretera va quedando atrás entre luces sombras y la hierba que se aparta hacia el monte como si fuese la bandera blanca de la nostalgia que izaron un viejo y un muchacho mirándose intensamente a los ojos sin saber quien vivía en el cuerpo del otro (a Yolanda Pantin)
Aquí hubo una vez un bosque En los roquedales el viento las cenizas las raíces y unas hojas de hierba bajo el sol intenso El pueblo no cree que la destrucción y la muerte alienten mi voz Confunde mi lengua que deshace su delgado tallo herido (a Ana María Oviedo)
La pregunta es un cristal de roca el sonido del arroyo de mi pueblo aquella casa con mi madre mirando el jardín y verdes patios con corrales y cabras un pañuelo blanco que mi padre sacaba con disimulo del corazón siempre debajo de la sombra del naranjo el atadillo casi infantil los caminos todos en tu mano la estación roja con muchacha Séfora y el azul del cielo este topacio y la sombra de los hombres el animal y los animales que nos miran con una dulzura casi dolorosa y el broche la cumbre la vasija del deseo de la tierra La noche cerrada oscura negra la noche con un racimo de estrellas el aire del amanecer y este temblor, lleno de ecos (a Armando Rojas Guardia)


 

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