Diómedes Cordero

Un poema de Trilce

 

Silvio Baldessari: Trilce de César Vallejo (portada para la edición de Losada)

 


Trilce, XIV


   Cual mi explicación.
Esto me lacera de tempranía.

   Esa manera de caminar por los trapecios.

Esos corajosos brutos como postizos.

Esa goma que pega el azogue al adentro.

   Esas posaderas sentadas para arriba. 

Eso no puede ser, sido.

Absurdo.

Demencia.
   
   Pero he venido de Trujillo a Lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.

 


 

De entrada, quizá, y la duda debería acompañar siempre la lectura de los poemas de Vallejo, sobre todo los de Trilce, el poema pareciera organizar su sentido y relación con lo real, en el doble plano del lenguaje y el mundo, en torno a la exploración del ser del sujeto poético y su inserción en la sociedad y la cultura. Me explico: El texto comienza con una interrogante del ser sobre sí mismo; interrogante que violenta la sintaxis de uso ordinario, al omitir la acción verbal: “Cual mi explicación”; operación sintáctica de donde posiblemente se desprende el rasgo temporal de la respuesta, que condiciona la autorreflexión y a la vez provoca el advenimiento anticipado del golpe, de la herida, del daño, en una fase inicial de la existencia, impropia para la experiencia del dolor: “Esto me lacera de tempranía”; situación de carácter metafísico, es decir, atravesada por un hondo y sufriente espesor doliente, que marca la insuficiencia del tiempo vivido. El sujeto no encuentra sosiego en su condición de ser en el tiempo: su existencia pareciera residir no en la encrucijada vital del espacio (la geografía) y el tiempo (la historia); en el horizonte de su tiempo histórico, sino sólo en la dimensión de la experiencia temporal, vertical y radical del afuera de las fuerzas condicionantes de la sociedad y la cultura. De ahí, su manera de estar en el mundo concreto de lo real; “Esa manera de caminar por los trapecios”, que arroja, o condena, al sujeto al espacio aéreo, al vacío de las alturas, a la existencia singular del artista de circo; acontecimiento posible del poeta-artista sin asideros en la superficie terrestre de la vida; artificio precario y peligroso que coloca en aventura y riesgo al sujeto frente a la convención de la historia de los hechos. Espacio vital donde, y aquí me aventuro a la interpretación pecaminosa de lo literal, cobra sentido la constatación de la presencia del valor, lo natural y lo falso como signos de la realidad doliente del sujeto: “Esos corajosos brutos como postizos”. Realidad que se reafirma en los dos versos siguientes que expresan uno, el interior lacerado, viscoso, inquieto, inestable, del sujeto: “Esa goma que pega el azogue al adentro”; y el otro, la inversión del estar en lo real: “Esas posaderas sentadas para arriba”.

Podría decir que el poema oscila entre lo superior-inferior y lo arriba-abajo como extremos de la existencia temporal del sujeto, oscilación en y dentro del tiempo en cuyo seno el sujeto sufre, padece, se duele, de su ser herido y exilado de las correspondencias con la sociedad y la cultura de su tiempo histórico. Y esa negación se revela en su imposibilidad poética, esto es, en su sola, única, posibilidad de existencia dentro de los límites y espacios del poema: “Ese no puede ser, sido”; negación del ser social, cultural, histórico, del sujeto, y al mismo tiempo, presencia de su ser poético. Revelación poética del mundo de lo “Absurdo” y de la “Demencia”; horizontes posibles del sinsentido y la locura como expresión de la vida lacerada y doliente del ser del sujeto poético.

Y en contradicción con su existencia en el mundo artificial de su ser poético y temporal, el sujeto sólo pareciera tener como salida posible la vuelta al mundo ordinario de la prosa; el tránsito y la posesión crecientes del espacio geográfico: “Pero he venido de Trujillo a Lima”; y la integración a las fuerzas de lo económico: “Pero gano un sueldo de cinco soles”. Pareciera que el sujeto ha abdicado de su ser poético, o al menos reconoce la contradicción y diversidad de lo real.

Seguramente, he reducido en extremo la riqueza verbal y cultural, poética y de visión de mundo, de la palabra de Vallejo. Pero me queda el avizoramiento del rastro de los valores fundamentales de la poesía de Vallejo: la crisis y disolución del sujeto poético (el ser en el tiempo); la imposibilidad de las correspondencias simbolistas entre el ser y lo real; y la asunción de una música y un lenguaje disonantes. Por último, resaltaría el uso magistral que hace Vallejo de las dimensiones del tiempo (la historia) y el espacio (la geografía) como polaridades contradictorias en la existencia dual del sujeto: por una parte, entre los límites del poema, y por la otra, entre los límites de la realidad.


 

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