Carlos Meneses
EL POETA DE LA CAMISA COLORADA
Hace 70 años, un joven peruano que viajaba del puerto de El Callao a La Rochelle, en Francia, soñó con poder vestir una camisa colorada. Era un hombre muy imaginativo, que aun en dolorosas situaciones como el ser detenido por la policía por sus ideas políticas, tenía ánimo suficiente como para elucubrar Paraísos y no ver los infiernos como los que estaba viviendo, sino mundos pacíficos y angelicales. Su pobreza extrema le impedía la compra soñada. Esa camisa de color rojo sangre no llegaría a estar en su maleta de viaje con escasas pertenencias, pero en sus momentos finales, cuando agonizaba en un Sanatorio de Navacerrada y sus pulmones no eran capaces de proporcionarle el aire suficiente, se vio cubierto con esa prenda y esto fue suficiente para que su desesperación por espantar a la muerte se diluyera.
Carlos Oquendo de Amat había nacido en la ciudad de Puno, a orillas del lago Titicaca, en el Perú, en abril de 1905 y su final acaeció en marzo de 1936. El había sentenciado en un verso "Nadie debe tener más de treinta años" y supo cumplir con su mandato, no llegó a cumplir los treinta y uno.
Sólo publicó un libro titulado 5 metros de poemas, que fue escrito entre l923 y 1925, o sea cuando el poeta aún era un adolescente. El libro entró en la imprenta en 1927 y salió de ella dos años más tarde. No se trataba de un trabajo descomunal que necesitara mucho tiempo para concluirlo, pero sí de un dinero que el joven Oquendo no poseía. Hubo de hacer malabares para reunir los billetes suficientes para que el impresor le entregase su libro. Se dice que entre el año de entrega del libro a la imprenta y la fecha de salida presentó sus versos a un concurso organizado por la Municipalidad de Lima y obtuvo el premio, siendo este impulso económico el que le permitió contar con su libro en forma de acordeón que contiene escasos dieciocho poemas.
Sorprende que la agitada, dura, aciaga vida de este hombre no haya quedado reflejada en su poesía. Lo que se lee en la mayoría de los versos de su deliciosa y alegre obra contrasta con su áspera realidad. No obstante se encontrarán dos o tres poemas que sí traducen su angustia o su triste deambular por la vida. Sus días interminables de hambre y la persecución que tuvo que sufrir por su filiación política determinaron su hundimiento físico. La debilidad resintió los pulmones. En esas condiciones decidió salir del Perú y llegarse hasta Europa. Seguía viviendo un sueño y no atendía a los consejos de algunos amigos que le pedían que esperara un tiempo hasta curar su mal. Posiblemente le atemorizaba el hecho de volver a caer en las garras de la policía política y optó por el exilio voluntario. Soñaba con París, donde había estudiado medicina su padre, como soñó con la camisa colorada cuando el barco en el que viajaba llegó a Panamá.
En la zona del canal de Panamá tuvo dos momentos totalmente diferentes. Primero, el amargo al ser detenido por la policía que lo creyó huido de la justicia peruana. Segundo, el encantador instante, hallándose en la mazmorra en la que quedó confinado, al concebir la primorosa idea de la camisa de color rojo y hasta haber intuido que le podría servir de mortaja. El cautiverio duró escasos días, un joven de su edad y de ideas aproximadas a las suyas, Diógenes de la Rosa, panameño y perteneciente a la Municipalidad de la ciudad de Panamá, consiguió rescatarlo y hacerlo pasar la frontera con Costa Rica. A partir de ese momento se le pierde el rastro al poeta, podría haber tomado un barco que saliera de puerto costarricense hacia Francia. Pero la versión más difundida señala que habría llegado hasta Veracruz, en México, y de ahí haber zarpado hacia La Rochelle a donde debió llegar en la segunda quincena del mes de noviembre de l935.
La estancia de Oquendo en Francia fue breve. Su delirio casi permanente le había hecho creer que los poetas y los artistas de París lo recibirían con los brazos abiertos. Que el Surrealismo en masa brindaría con él en cafés y tabernas de la Ciudad Luz. Por supuesto nada de eso ocurrió. Su 5 metros de poemas había circulado escasamente sólo por Lima y nadie en Europa conocía a Carlos Oquendo de Amat. El Ministro peruano en París al verlo tan enfermo y tan desvalido le dio dinero para el pasaje de tren entre París y Madrid, y le aconsejo que fuera a España, señalándole que este país tenía pensamiento político afín al suyo. El poeta aceptó el donativo y el consejo. Y llegó a la estación de Atocha en diciembre de 1935, cuando estaba finalizando el año.
Prácticamente de la estación de trenes pasó al hospital San Carlos. Su estancia en ese lugar no debió de ser mayor de un mes. Oquendo desesperado pidió al Agregado cultural de la Embajada peruana, el gran historiador Porras Barrenechea, que le consiguiera otro lugar de reposo porque el del hospital San Carlos era deficiente y causante de su dificultosa respiración. Se le consiguió ese lugar que fue el Sanatorio de Guadarrama, y se afirma que en los primeros días el enfermo mostró una gran recuperación. El proceso favorable anímico, cuarenta y ocho horas después se hundía y ya no hubo mejoras de ningún tipo hasta el final que ocurrió el 10 de marzo de 1936.
Se ha fabulado mucho con las posibilidades de que el poeta hubiese participado en la guerra civil española, que hubiese dado conferencias o que hubiese mantenido contacto con los intelectuales jóvenes españoles. Nada de esto pudo haber ocurrido, el físico del poeta estaba sumamente mermado y ya no pudo operarse en él recuperación alguna. Fue enterrado en el cementerio de Navacerrada. Durante 34 años sólo fue un túmulo, no había lápida, no había nada que lo recordase. Conseguí identificar el túmulo bajo el cual yacían los restos del poeta, gracias al enterrador de los años treinta que aun vivía en 1970 y que recordaba haber cavado la fosa donde descansan hasta hoy la osamenta de Oquendo. La diferencia con el pasado reside que ahora hay lápida y que de vez en cuando alguien va a visitar su tumba.
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