Alfonso Brezmes

Final de los cuentos

 

John Tenniel: Alicia atacada por los naipes

 




PARAÍSO EN OBRAS

¿Subes?
Me he calzado las botas de siete leguas
y aún hay sitio en mi viejo zurrón
para algún animal extraviado.

Tenemos todo el tiempo del mundo
para perderlo en relojes que atrasan;
conocemos la mecánica del desgaste,
el óxido de las buenas costumbres,
la solidificación de los días idénticos;
las palabras gastadas ya las sabemos.

Te ofrezco el azar, lo que tiembla
dentro del corazón de los niños,
unos pocos momentos fugaces
de algo parecido al amor y un pack
de una estancia para dos en mis sueños.

Te entrego la incertidumbre, la víspera,
lo que aún no está aquí,
lo que no tiene sombra,
el fruto del árbol del Bien y del Mal,
la trampa exacta del nosotros.

Sube:
perderemos juntos el paraíso.



FINAL DE LOS CUENTOS

—¿Quién eres tú? —dijo la Oruga. No era una forma demasiado alentadora de empezar una conversación. Lewis Carroll ¿Quién eres tú?

Yo soy el naipe descartado en tu baraja,
y el as desbarajado entre tus naipes,
y el gato sin cuerpo que sonríe,
y el cuerpo sin gato que se busca,
y la oruga que fuma y deletrea,
y el conejo que escapa de la muerte.

¿Quién eres tú?

Yo soy un personaje de tus sueños,
pero puedo aprender nuevos papeles
si dejas de seguir leyendo por las noches
este viejo cuento que no acaba,
y dejas de avanzar entre las páginas
de su absurdo país de maravillas,
o llegarás a ser la reina de mis corazones
y acabaré perdiendo entonces la cabeza.



LOS PUNTOS INVISIBLES

Desconfío de las rectas:
van a donde quiero ir,
no por donde quiero ir.

La sucesión de los recodos
que conducen a un lugar
¿no son acaso parte del lugar?

¿No dibujan las flechas
dirigidas a un solo corazón
el mapa mismo del deseo?

Una vez estuve a punto de perderme
por querer salir del ahora
para llegar antes al después.

Solamente cuando tardo
porque entro en el paisaje
logro ver los puntos que lo unen.

Sólo cuando me demoro
en el camino que me lleva
logro saber a dónde voy.

A ciertas alturas de la vida,
el por dónde es importante:
Ítaca —ya lo sabíamos—
se desvanece al llegar.



EN MI VIDA SECRETA

En mi vida secreta soy un hombre
que vive como quiere y con quien quiere,
y escribe unos poemas más bien malos
por el puro placer de desnudarse
delante de sí mismo sin complejos,
y frecuenta los bares y las noches
donde piensa magníficos poemas
que después no escribe,
y llora y ríe y dice lo que quiere,
y malogra su vida en lo que ama,
por si todo acabara antes de tiempo
en un mero entreacto de la obra.

No hay manera: lo he intentado.

En mi vida secreta
soy yo mismo otra vez.



NADA QUE DECLARAR

Yo, Alfonso Brezmes,
poeta sin poemas, hijo ilegítimo
de un pájaro y el viento, declaro,
aquí y donde haga falta,
sin cargos ni conciencia,
extranjero de mí mismo
y en plena posesión
de posesión ninguna,
que no tengo nada que declarar:
ni reloj, ni patria, ni bandera.

Mi identidad no es la que dicen
los documentos que me asignan
un único lugar en esta tierra,
y escondidas están las carreteras
que conducen, secretas, a mi casa.

Prófugo sin cárcel, un ángel con maletas
se empeña en conducirme
siempre hacia otra parte: allí
donde no hay nada que declarar,
salvo mi pasaporte falso
y este par de alas caducadas.



NEGRO ABSOLUTO

¿Recuerdas? Fue noviembre todo el año
y las medusas brillaban en la playa
con la blanda consistencia de los sueños.

Bajábamos de noche a contemplar el mundo
a la pálida luz del nosotros,
como dos planetas que se encuentran
de pronto en el negro absoluto,
y en medio de esa blanca oscuridad
descubren que la vida cabe en un instante,
a condición de que no nos demos cuenta.
Recuerda: de todos los lugares del futuro
el deseo siempre elige el más lejano.

Y allá vamos. Cometas que recorren
de punta a punta el cielo hasta apagarse.
Como si aún quedara por delante mucho,
mucho tiempo...

 

Cabecera

Portada

Índice